domingo, 25 de diciembre de 2011

LO VULGAR

Todos somos un poco vulgares. Quien más y quien menos se aburre de vez en cuando y enciende la tele; quien más y quien menos mantiene conversaciones sobre el tiempo; quien más y quien menos se mea fuera o no tira la cadena. En nuestros actos cotidianos, actos pequeños, anónimos, insignificantes, realizados mecánicamente, por rutina, habita el dios de la vulgaridad. Quien más y quien menos habla de política y se cree importante; quien más y quien menos se cree capaz, con sus palabras, de enmendar los errores ajenos; quien más y quien menos acaba creyendo en algo.

También es vulgar quien decide, en un acto de afirmación de su yo, rehuir lo vulgar, y ser "diferente". El que es diferente lo es sin ser consciente: el acto marcado de diferencia, la supuesta rebeldía contra lo vulgar, es la mayor parte de las veces algo bastante vulgar. Y más que nunca hoy en día, cuando los mecanismos para escapar de la vulgaridad los crea el mismo sistema que fomenta la vulgaridad, de forma que el escapismo consciente de la vulgaridad acaba convirtiéndose, por repetición, por exceso de excusas, justificaciones y reflexiones, y defecto de originalidad, en un acto más de la vulgaridad, quizá el más significativo.

También puede darse el caso de asumir la vulgaridad como forma de vida: comprometerse con lo que uno ve a diario en Telecinco, convertirse en ferviente seguidor de Aída o de alguna serie autonómica, o simplemente llevar una vida a remolque, marcada por otros (quien más y quien menos va a remolque de algo o de alguien). Todo el mundo sabe que es vulgar quien asume como único camino el ya andado, por miedo, por pereza o por comodidad.

Es vulgar el que decide casarse por la iglesia, pero también el que decide que hay que hacerlo en el juzgado. Es vulgar el que va a comprar el pan en coche, pero también el que lo hace en bicicleta. Es vulgar el que desayuna un café con leche, y también el que merienda un té verde. Es vulgar el que pasa las tardes de domingo en un centro comercial, y también el que se queda en casa, con un libro entre manos, condenando al resto de la humanidad. Es vulgar el hincha del equipo de fútbol, y también lo es el profesor de bachillerato. Es vulgar el que tiene como compañía un perro, y también el que tiene un gato, y también el que tiene familia. Es vulgar el que dice "tronco", "tío", "nen", o "nano", y también lo es quien dice "oxirribonucleico", "casuística", "tetragammaton" o "supercalifragilisticoespialidoso". Es vulgar el lector de Público y el lector del Hola. Es vulgar quien adora los animales, y también el aficionado a los toros, a las peleas de gallos, a las peleas de perros, a las peleas de hormigas rojas, las acrobacias de pulgas o a los gatitos que cantan villancicos en vídeos de Youtube.  Es vulgar, un poco vulgar como todos, el que diserta y busca información constantemente sobre la II República y la Guerra Civil, y habla del alzamiento, de los milicianos, de Paracuellos o del POUM como quien habla de sus cuatro hijos y sus dos o tres nietos, y también el que colecciona con auténtico furor toda noticia sobre Egipto, o sobre los nazis. Es vulgar quien ve El intermedio, y también el que antes veía el Diario de Patricia y ahora ve Mujeres, hombres y viceversa. Es vulgar el parado y el que tiene trabajo. Es vulgar el que va a las exposiciones, el rapero, el explorador, el funcionario, el payaso del Circo Gran Fele, el joven y depresivo emo, y el aplicado opositor. Es vulgar el que se ríe del humor inteligente, y el que se ríe con el humor absurdo. Es vulgar el que consulta sus acciones por internet - o desde su blackberry - , y el que ve vídeos de bebés graciosos que acaban estrellando la cabeza contra la moqueta del salón por internet - o desde su blackberry. Son muy vulgares todos aquellos que se enfangan en discusiones sobre bilingüismo, y sobre diglosia. Son vulgares actores encasillados como Robert De Niro y  Bill Murray, pero también buenas actrices como Kate Winslet, e incluso lo son los actores de las películas iraníes y de las coreanas de los que no se sabe el nombre, pero que lo hacen muy requetebien. Es vulgar el ecologista que sólo compra en la herboristería de la esquina, y también el pijo que se ha comprado el último producto de Apple. Es vulgar el drogadicto de fin de semana, y también el abstemio, y por supuesto también las madres de ambos (que suelen prepararles comidas copiosas, con mucho rebozado). Son vulgares esos novios de ahí, y esos recién casados de más allá, y esa pareja de homosexuales que se cogen de la mano, y esa pandilla de amigos solterones de treinta y tantos que intentan ligarse a veinteañeras, y ese matrimonio ya hastiado que apenas se habla.  Yo soy vulgar, tú eres vulgar, ella es vulgar, él es vulgar, somos vulgares nosotros, son vulgares ellos y vosotros tambien lo sóis...¿y qué más da? Son vulgares los niños (son muy vulgares casi todos), y los adolescentes de quince años, y los ancianos, y también, cómo no, los sacerdotes y los motoristas.

Puede que no sean vulgares algunos héroes de ficción. Yo qué sé... Don Quijote, Stroszek, Monsieur Hulot, el barón de Münchhausen, el tipo de la Cabeza Borradora...Tipos que no existen, y que de existir serían un poco insoportables, todo hay que decirlo.  

 
En cuanto individuos no destinados a perdurar, en cuanto cuerpos destinados a desaparecer, somos todos, a fin de cuentas, un poco vulgares, ¿no es así? Ambiciosos o no, todos vulgares. No se nos permite vivir siempre, ni en las páginas de un libro, ni en un trozo de celuloide. Y eso, ni Papá Noel ni los Reyes Magos lo puede remediar. Hay que ser conscientes; y poniéndonos un poco estoicos, podemos decir que sólo siendo conscientes de nuestra vulgaridad innata podremos ser felices, ser auténtica y completamente libres.

lunes, 12 de diciembre de 2011

LISTAS, LISTAS, LISTAS....

Hoy no tengo ganas de ser original, y me he dado al plagio. Plagio de listas variadas, algunas de ellas recogidas en el eruditísimo libro de Eco El vértigo de las listas. Siento perdición absoluta, ceguera demencial y...no sé me ocurre ninguna pedantería más..., para calificar el delirio que me provocan las listas, sean éstas cuales sean, sobre ornitorrincos, ciclistas, caballitos de mar, preferencias y rechazos, amores consumados o coches de carreras. También siento predilección por esa metodología tan elaborada (y tan recurrente para los trabajos universitarios) del cortar y pegar. Así que...¡a ello!


Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del río.
Prefiero Dickes a Dostoiewvski.
Prefiero que me guste la gente a amar a la humanidad.
Prefiero tener en la mano hilo y aguja.
Prefiero el color verde.
Prefiero no afirmar que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Con los médicos prefiero hablar de otra cosa.
Prefiero las viejas ilustraciones.
Prefiero el ridículo de escribir poemas a lo ridículo de no escribirlos.
En el amor prefiero los aniversarios que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas que no me prometen nada.
Prefiero la bondad del sabio a la del demasiado crédulo.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de los Grimm a las primeras planas de los periódicos.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado a muchas otras que no he dicho.
Prefiero el cero solo al que hace cola de una cifra.
Prefiero el tiempo de los insectos al tiempo de las estrellas.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad de que todo tiene una razón de ser.

Wyslawa Szymborska, Posibilidades.
--------------------

Me gusta: la lechuga, la canela, el queso, los pimientos, el mazapán, el olor del heno cortado (me gustaría que una "nariz" fabricara un perfume como ese), las rosas, las peonías, la lavanda, el champán, las posiciones ligeras en la política, Glenn Gould, la cerveza excesivamente helada, las almohadas planas, el pan tostado, los puros habanos, Händel, los paseos moderados, las peras, los melocotones blancos o de viña, las cerezas, los colores, los relojes, los bolígrafos, las plumas, los postres, la flor de sal, las novelas realistas, el piano, el café, Pollock, Twombly, toda la música romántica, Sartre, Brecht, Verne, Fourier, Eisenstein, los trenes, el médoc, el bouzy, tener dinero, Bouvard y Pécuchet, caminar con sandalias de noche por las callejuelas del Sudoeste, el recodo del Adour visto desde la casa del doctor L., los hermanos Marx, el serrano a las siete de la mañana saliendo de Salamanca, etc.

No me gusta: los perros falderos blancos, las mujeres con pantalones, los geranios, las fresas, el clavecín, Miró, las tautologías, los dibujos animados, Arthur Rubinstein, las villas, los atardeceres, Satie, Bartock, Vivaldi, hablar por teléfono, los coros infantiles, los conciertos de Chopin, los branles de Borgoña, las danzas renacentistas, el órgano, timbales, lo político sexual, las escenas, las iniciativas, la fidelidad, la espontaneidad, las veladas con gentes que no conozco, etc.

Me gusta, no me gusta: esto no tiene la más mínima importancia para nadie, aparentemente, no tiene sentido. Y sin embargo, todo esto quiere decir: mi cuerpo no es igual que el tuyo. Así, en esta espuma anárquica de los gustos y las repelencias, especie de plumeado distraído, se va dibujando poco a poco la figura de un enigma corporal, que invita a la complicidad o a la irritación. Aquí comienza la intimidación del cuerpo, que obliga al otro a soportarme liberalmente, a permanecer silencioso y cortés ante goces o rechazos que no comparte.
(Una mosca me molesta y la mato: uno mata lo que le molesta. Si no hubiese matado la mosca, habría sido por puro liberalismo: soy liberal para no ser un asesino.)

Roland Barthes, Roland Barthes por Roland Barthes


------------------------------

El maestro cantor Mazetti.
Lilly, un muchacha.
El señor Amtsgerichtsrat en persona.
El mono Mamok.
Ror, el portador de sillas.
Franz, el camarero.
La esposa del ingeniero del tercero izquierda.
Un buffetier del circo,
Flora Baumscheer.
Una dama.
Un hombre que dobla una esquina.
El barón con el crespón de luto.
Baruch, comerciante judío.
Una señora de Bern.
Un vigilante de vía.
Anomalías y gente de la Oktoberfest.
Dos costureras.
Zapadores. Huéspedes. Criados de librea. Campesinos.
Pueblo.

Peter Handke, Papeles

-------------------------

Qué malos son, qué malos son / qué malos son, qué malos son / qué malos son, nuestros poetas.
Sólo hay que ver las cartas / que Guillén escribió a Salinas / o escuchar a Gil de Biedma / leído por Carod - Rovira para verlo.
Qué malos son, qué malos son / qué malos son, qué malos son / qué malos son nuestros poetas. 
Solo hay que mirar las fotos,  / están en las hemerotecas, / Dámaso Alonso en El Pardo / y Luis Cernuda en Acapulco.
Los que se hicieron ricos,  / los que murieron pobres, / enfermos, en el exilio, / Leopoldo y sus dos hijos, todos ellos.  
Qué malos son, qué malos son / qué malos son, qué malos son / qué malos son, nuestros poetas. Preguntadle a la viuda de Alberti / si pudiese hablar Zenobia / si estuviera vivo el bendito / padre de Jorge Manrique.
Si lo supiésemos todo / sobre algunos / tanta metáfora.../ y tan poca vergüenza todos ellos.
Qué malos son, qué malos son / qué malos son, qué malos son / qué malos son nuestros poetas. 
Quevedo el putero y Góngora el lameculos / Garcilaso el usurero y Rosalía la ludópata / el maricón de Lorca, y Bécquer / que era un poco mariquita también./ Ferrater el desgraciado / Gimferrer el pervertido / los hermanos Machado / el drogadicto y el maltratador / San Juan de la Cruz.../ y Santa Teresa de Jesús.
Qué malos son, qué malos son / qué malos son, qué malos son / qué malos son nuestros poetas. 

Astrud, Nuestros poetas



domingo, 11 de diciembre de 2011

HORTVS PALATINVS



Hace poco más de un año, paseaba por los restos del Hortus Palatinus del castillo de Heidelberg. Era una mañana otoñal, y entonces nada sabía del jardín, simplemente disfrutaba del ambiente, sin saber donde ponía mis pies. Es ahora, y por otras circunstancias, cuando me he informado más del lugar. El jardín fue diseñado por Salomon de Caus para el príncipe elector Federico V a principios del siglo XVII;  se trataba de un jardín de estilo renacentista, uno de los más importantes diseñados en Europa en la fecha, al menos fuera Italia. Lo más complejo fue su construcción en un terreno escarpado, lo que supuso la creación de una serie de terrazas, a modo de vaga rememoración de los Jardines Colgantes de Babilonia. El jardincito estaba repleto de saltos de agua, ingenios hidráulicos y grutas con esculturas y cursos de agua, y daba cuenta de la riqueza que lograban acumular algunos de los príncipes alemanes.

El jardín quedó a mitad de su construcción, debido a la proclamación de Federico V como rey de Bohemia, transladando su corte a Praga. Poco después estallará la Guerra de los Treinta Años, y el jardín será destruido por las tropas de los Habsburgo. El castillo contiguo, residencia de los electores del Palatinado, sería arrasado a finales del siglo por las tropas francesas.

Yo paseaba tranquilo, sin saber que en realidad el jardín tenía una lectura hermética, como un poco todo en aquella época. El propio Salomon de Caus era de la hermandad de los rosacruces, y seguramente el propio Federico V quería hacer de Heidelberg una especie de corte mágica como lo fue la Praga de Rodolfo II. Ya se sabe, en aquel tránsito del XVI al XVII todo tenía una lectura hermética, asociada con la alquimia; en los orígenes de la ciencia moderna, difícil era diferenciar ciencia de alquimia: desde Bacon a Newton, todos tenían inquietudes en el asunto; los típicos rollos del macrocosmos y el microcosmos. Y en los jardines, el Hortus Palatinus no es una excepción: ya existía el Sacro Bosco de Bomarzo, en las proximidades de Roma, plagado de grupos escultóricos basados en los libros de emblemas. 
    

Nubarrones copiados de Giorgione,       
hay hoy en aquellos cielos lívidos        
del otoño, antes rasos y alegres,       
que vaticinaban crudos inviernos.       

El sol doraba bosques y colinas;
hoy, sin él, contemplamos el río
que repta como una negra babosa
en múltiples, contrarias direcciones.

Las calles han cambiado su trazado,
han cerrado tiendas y galerías,
no se erigen monumentos al futuro
y crece la herrumbre en los autómatas.
 

No se oyen los pájaros mecánicos,           
y esos mitos y esas fuentes no son más   
que representaciones para viejos           
maquillados y carentes de pasión. 


Limpios y decapados por el tiempo
que avanza y retrocede, en espiral,
identificamos con el recuerdo
lo que ha sido sólo un confuso sueño


que ayer vivíamos narcotizados,
menos sabios, pero quizá más bellos,
como naturaleza no domada
en laberintos de fría razón.





jueves, 8 de diciembre de 2011

PINBALL

"Al flipper no se juega sólo con las manos, sino también con el pubis. En el flipper el problema no consiste en detener la bola antes de que sea engullida por el agujero, ni en volver a lanzarla hacia el centro del campo con la furia de un defensa, sino en obligarla a entretenerse arriba, donde las metas luminosas son más abundantes, rebotando de unas a otras, vagando desconcertada y demente, pero por propia voluntad. Y eso se obtiene, no imponiendo golpes a la bola, sino transmitiendo vibraciones a la caja, y dulcemente, que el flipper no se dé cuenta y no se quede en tilt. Se puede hacer sólo con el pubis, o más bien, con un movimiento de caderas, de modo que el pubis, más que golpear, frote, manteniéndose siempre más acá del orgasmo. Y si las caderas se mueven como Dios manda, más que el pubis son los glúteos los que dan el golpe hacia adelante, pero con gracia, de manera que cuando el impulso llega al pubis ya está amortiguado, como en la homeopatía, donde cuando más se diluye la solución, y ya la sustancia casi se ha disuelto en el agua que se ha ido añadiendo poco a poco, hasta desaparecer casi por completo, más potente es el efecto terapéutico. Así es como una corriente infinitesimal pasa del pubis a la caja, y el flipper obedece sin neurosis, la bola corre contra natura, contra la inercia, contra la gravedad, contra las leyes de la dinámica, contra la astucia del constructor que la pensó fugaz, y se embriaga de vis movendi, permanece en el juego por tiempos memorables e inmemoriales. Pero es necesario que sea un pubis femenino, que no interponga cuerpos cavernosos entre el ilio y la máquina, y que en medio no haya materia eréctil, sino sólo piel nervios huesos, enfundados en un par de vaqueros, y un furor erótico sublimado, una frigidez maliciosa, una desinteresada capacidad de adaptación a la sensibilidad de la pareja, un gusto por encender su deseo sin padecer el exceso del propio: la amazona debe enloquecer al flipper y gozar de antemano de que después lo abandonará."

Umberto Eco, El Péndulo de Foucault


 Recuperar un viejo libro que creía olvidado; sentir nostalgia por un tiempo no vivido, y tambíén por el tiempo vivido ya pasado; acordarse con indulgencia de cuando buscaba aliados para fundar alguna especie de agrupación cultural, llamémosle X, sin salir de casa, sin reparar en mis escasas dotes sociales; recordar la época en la que aun me interesaba de verdad la historia, el cine, el arte en general... Crecer es una auténtica mierda, pero tiene sus ventajas. Se adquiere lucidez, se adquiere escepticismo: intentamos hacernos inmunes a los engaños y a las decepciones, aceptamos con más elegancia las derrotas y podemos celebrar, ya alejados por completo de la neurastenia juvenil, las alegrías, aunque sean diminutas, al mismo tiempo que podemos apreciar los pequeños detalles, los placeres cotidianos, las señales oportunas que nos advierten que nuestra vida puede caer en los asquerosos bucles de la rutina...Habrá que ejercitar los dedos, balancearnos una vez más delante de la caja, quizá no con tanta gracia como antes, pero con idéntico empeño, con inocente y estúpida ilusión, y tratar que la bola se demore el mayor tiempo posible en las superficies, rebotando, acumulando puntos, creando musiquitas, y que tarde lo más posible en caer al agujero.

sábado, 3 de diciembre de 2011

NICANOR PARRA, EL ANTIPOETA

Al poeta chileno Nicanor Parra le han concedido el Premio Cervantes 2011. Yo lo daba por muerto, pero no, está vivo. Se trata de un grande, uno de esos que no se toma demasiado en serio, y precisamente por eso llega a ser más serio, más incisivo y menos ridículo de los que se toman demasiado en serio. Como muestra, dos de sus antipoemas:












TEST
Qué es un antipoeta: 
Un comerciante en urnas y ataúdes?
Un sacerdote que no cree en nada?
Un general que duda de sí mismo?
Un vagabundo que se ríe de todo
Hasta de la vejez y de la muerte?
Un interlocutor de mal carácter?
Un bailarín al borde del abismo?
Un narciso que ama a todo el mundo?
Un bromista sangriento
Deliberadamente miserable?
Un poeta que duerme en una silla?
Un alquimista de los tiempos modernos?
Un revolucionario de bolsillo?
Un pequeño burgués?
Un charlatán?
                un dios?
                                 un inocente?
Un aldeano de Santiago de Chile?
Subraye la frase que considere correcta.

Qué es la antipoesía:
Un temporal en una taza de té?
Una mancha de nieve en una roca?
Un azafate lleno de excrementos humanos
Como lo cree el padre Salvatierra?
Un espejo que dice la verdad?
Un bofetón al rostro
Del Presidente de la Sociedad de Escritores?
(Dios lo tenga en su santo reino)
Una advertencia a los poetas jóvenes?
Un ataúd a chorro?
Un ataúd a fuerza centrífuga?
Un ataúd a gas de parafina?
Una capilla ardiente sin difunto?

Marque con una cruz
La definición que considere correcta.


- Y AHORA CON USTEDES
Nuestro Señor Jesucristo en persona
que después de 1977 años de religioso silencio
ha accedido gentilmente
a concurrir a  nuestro programa gigante de Semana Santa
para hacer las delicias de grandes y de chicos
con sus ocurrencias sabias y oportunas
N.S.J. no necesita presentación
es conocido en el mundo entero
baste recordar su gloriosa muerte en la cruz
seguida de una resurrección no menos espectacular;
un aplauso para N.S.J.




UNA CIUDAD SIN COCHES

¿Por qué no reivindicar hoy la utopía de una ciudad sin coches? España ya ha despertado con dolor del sueño de la expansión económica, pero también de la alonsomanía. El coche muchas veces es necesario, ¿pero cuántas otras veces es simplemente un símbolo de status social? Me gusta esa gente que tiene coches de hace quince o veinte años, y no piensa cambiarlos porque todavía tiran; me gusta esa gente que no se renueva el móvil, que no hace del móvil y de las tarifas planas un tema de conversación, que no sabe lo que es el Ipad ni le importa (yo mismo no sé qué diferencia hay entre un Ipad y un Ipod, y no me quita el sueño). Lamentablemente, estos son cada vez más una minoría. Los chiquitos de veintipocos hacen cola por la apertura de una tienda Apple, y el espabilado fundador de tal empresa, ese que no sé ni cómo se llama, casi es beatificado por morir de cáncer y por contribuir al "avance de la humanidad". Todo está relacionado. Hasta que no se entienda que esta crisis es una crisis de civilización, y lo que está en tela de juicio es el consumismo por el consumismo, no hay nada que hacer.
Por otro lado, la actual crisis es la oportunidad de oro para desbancar al coche de su puesto dominante en la ciudad, y dar paso a la bicicleta y al transporte público. Si no se consigue ahora quizá no se consiga nunca. También es el momento para poner en tela de juicio el sistema político y económico. Para cuestionar leyes electorales caducas y falsas, democracias sin separación de poderes, grupos de presión no democráticos, etc. Para dudar del crecimiento constante que predica nuestro sistema económico (no se puede crecer constantemente sin hacerlo a costa de otros, o a costa de la naturaleza, pero eso no se dice). Pero todo esto merecería un post aparte. 

Bueno, dejo de ponerme agorero. Simplemente hoy quería hablar de los problemas que se interponen en la consecución de la utopía de una ciudad sin coches, sólo con bicicletas. El carril-bici es el principal problema: desde los gobiernos municipales siempre se pone la misma excusa, la de que no hay demanada. Claro, no hay demanda porque la gente aprecia su vida, y si no existe una cultura de respeto al ciclista, éste no se atreve a compartir la vía con el coche. Deben ser precisamente los municipios los que estimulen el uso de la bici: eliminando aparcamientos en los centros urbanos, haciendo de estos un espacio principalmente para el peatón, y construyendo carriles bici seguros y continuos. De hecho, la experiencia demuestra que no hay que esperar a que exista una demanda de ciclistas para construir los carriles: es precisamente la construcción de carriles la que estimula la aparición de más ciclistas.

Hay que reconocer que se han hecho bastantes progresos, y que poco a poco algunas ciudades van adaptándose mejor a la compatibilización de espacios entre peatones, bicicletas y coches. Amsterdam, Copenhague, Berlín o algunas ciudades del norte de Italia deben constituirse en un ejemplo a seguir. Se acabó aquella época de proyectos descabellados, como por ejemplo el de hacer del cauce seco del río Turía en Valencia una gran autopista. (La imagen de la ciudad, otro punto relacionado: la bici y el Cabanyal no dejan de guardar relación). Al igual que los tranvías han vuelto a la ciudad, debe volver la bicicleta, como en la posguerra. No hay mayor austeridad que esa: y la ciudad se convertirá en un espacio más limpio, más saludable, más bello. La gente ganará en salud, en fortaleza física y en equilibrio emocional. La relación entre la gente mejorará: el coche fomenta incomunicación, cada uno en su cabina escuchando su radio, esperando a que el semáforo se ponga verde. En cambio, la bicicleta permite contemplar la ciudad al mismo tiempo que uno se desplaza. Permite detenerse a charlar, a mirar un escaparate o un puesto de fruta. La bicicleta auna ahorro, salud y satisfacción personal. También imaginación: el antropólogo Marc Augé en su libro Elogio de la bicicleta  imaginaba una ciudad del futuro en la que hubiese ciudadanos reconocibles por su monturas personalizadas. A lo que añado yo: al igual que en la ciudad pre-industrial existían personajes conocidos en la ciudad por hacer oficios de calle. Yo confío en la bicicleta como un medio para el cambio social en la ciudad. Quizá exagero: no es la panacea para los males del mundo, pero a mí me vale. En el fondo, soy un nostálgico y un idealista de mierda. 

Ahora la bici es una especie de moda urbana. Hay ropa supermoderna y supercara para ir en bici, bicicletas fixie supercaras para ir por la ciudad como van los ciclistas más agresivos de USA, etc. Me fastidia un poco ese aire snob, pero más vale aire snob que ningún tipo de aire. Pero dicho esto, viene la parte de hablar de los problemas. Toca el momento de observar los "atrevidos" diseños de carril bici que a veces se les ocurren a las mentes más privilegiadas entre los planificadores urbanos de la ciudad. Aquí una muestra: 






Todas estas imágenes han sido extraídas de la página Warrington Cycle Campaign. Éste es su lema: 

"Después de ver un episodio de Star Trek, los avanzados urbanistas de tráfico de Oxford meditaron acerca de cómo funcionaría la infraestructura del transporte a mediados del próximo siglo. Tras predecir audazmente que, para entonces, las bicicletas irían equipadas con dispositivos de teletransporte, llegaron a la conclusión de que podrían ahorrar mucha pintura diseñando trayectos de bici intermitentes, ya que los ciclistas se teletransportarían de un tramo al siguiente." 

(Citado por Andrew Byrne en su libro Diarios de bicicleta, al que dedicaré un post en breve)

viernes, 2 de diciembre de 2011

BERLÍN

Hace algo más de dos años que no vuelvo a Berlín, y la echo mucho de menos. Me siento incapaz de describirla a rasgos generales, quizá porque considere que es una ciudad que en una única visita no puede ser conocida ni comprendida plenamente. Berlín no solo es digna de visitar y de habitar en cuanto espacio privilegiado de la historia (como si fuese una especie de gigantesco monstruo de Frankenstein tendido sobre el Spree, cosido a diestro y siniestro por cicatrices del pasado), sino en cuanto espacio en construcción. Es una ciudad en continuo movimiento que, al mismo tiempo, ofrece lugares pacíficos y sosegados, que invitan a saborear la vida despacio, disfrutando de los pequeños placeres. Puede resultar presuntuoso, pero Berlín me ofreció una nueva forma de ver el mundo: esta vastísima ciudad me ofreció una relación más natural y original con las cosas, con el entorno, con los elementos que componen la ciudad; parece una ciudad concebida como un enorme tablero de juego, con innumerables piezas de colores dispuestas a ser utilizadas de forma común. ¿Por qué no decir que Berlín, o al menos el Berlín que creí ver entonces (cuando aun no había crisis), era una especie de utopía?



Tres iconos de la R.D.A.: Der Sandmann, el morreo de Honecker y Brezhnev en el muro (Kreuzberg) y el Marx-Engels Forum

No me moví por muchos lugares. No vi el museo judío. No subí a la cúpula del Reichstag. Ni siquiera visité el Altes Museum, ni tampoco el Pergamon Museum. Pero en cambio, hay ciertos espacios que no puedo olvidar: las aceras vistosas de Prenzlauerberg, repletas de terrazas y de bicicletas Diamant; los estudios Babelsberg convertidos en parque infantil, en honor al muñequito de la tele de la RDA Der Sandmann; el abarrotado, caótico, sorprendente y polvoriento (en verano) rastro del Mauerpark (el parque del muro), con el estadio Friedrich-Ludwig-Jahn Sportspark de fondo, en el que las atletas de la RDA batían sus récords; la imponente arquitectura del estadio olímpico (algo nazi por otro lado, pero imponente al fin y al cabo); la acogedora y recogida casita de Bertolt Brecht, junto al cementerio en el que está enterrado; el complejo artístico-turístico okupa de Tacheles; la Kaiser Wilhelm Gedächtniskirche, contrastando con el edificio Mercedes; la ya un poco anticuada Kurfürstemdam Strasse, centro del antiguo y putero Berlín occiental... La ciudad ofrece mil y un rincones de este tipo: espacios no especialmente bellos pero sí sorprendentes, vivos. La ciudad no es un museo al aire libre: es un espacio vivo, un hormiguero a cámara lenta. La ciudad crece aun así en un espacio cargado de sombras. Se podría decir que su lúdica superficie se erige sobre abismos y montañas de ceniza. 

Me pongo nostálgico, de un tiempo mejor para todos, para mí en particular. De un mundo que creí entonces mejor de lo que quizá sea. Veamos a grandes trazos (y sin ningún ánimo de rigurosidad) Berlín en el cine, Berlín en el ciclismo, Berlín en los libros.

Berlín en el cine. Me vienen dos películas. Christiane F. Wir kindern aus Bahnhof Zoo (titulada en español Yo, Cristina F.), y Der Himmel über Berlin (el cielo sobre Berlín), dos películas ochenteras, de cuando Berlín (el sórdido Berlín occidental, lleno de drogatas, okupas y artistas bohemios) parecía el centro del mundo cultural. La primera, al ritmo de Bowie, con las andanzas de amantes adolescentes y heroinómanos, no deja de ser una película un tanto predecible, pero es sin duda una de las películas emblemáticas del cine de drogas y del Berlín ochentero en el cine.

 

La otra vale la pena por los poemas de Handke incrustados en el guión como auténticas perlas, por algunos monólogos interiores de los personajes, por las maravillosas imágenes de la Biblioteca Estatal y de los descampados de Postdammerplatz. Y por ver también a Nick Cave. Por lo demás, tiene momentos coñazo: es de Wim Wenders.

 

También podemos retrotraernos a un Berlín pre-nazi con Berlin: Die Symphonie der Grossstadt  (Berlín, sinfonía de una gran ciudad) o M (no sé por qué ubicada en Düsseldorf en la traducción española, cuando la acción se situa claramente en Berlín). Pero también podemos fijarnos en la más actual Das Leben der Anderen (La vida de los otros), drama ambientado en el Estado policial de la RDA. De la película destaca con luz propia la contenida y magistral interpretación de Ulrich Mühe, actor que no fue conocido internacionalmente hasta la caída del muro al trabajar en el cine y teatro de la RDA. Precisamente Mühe fue  investigado por la Stasi, con lo cual lo narrado en el filme no le debía de ser muy ajeno. A pesar de todo, también en aquellos congelados ochenta había un estrecho espacio para el humor:


Berlín en el ciclismo. Sí, Berlín también tiene un nombre en el ciclismo, asociado con la extinta Friedensfahrt, más conocida como Course de la Paix (la carrera de la paz). Ésta fue la carrera por etapas ciclista más importante del calendario amateur, junto con el Tour de l'Avenir, en un periodo en el que los ciclistas del telón de acero tan sólo disputaban este tipo de carreras. Con lo cual, la Friedensfahrt era una especie de Tour de Francia del bloque comunista, que comenzó disputándose en 1948, y que hasta 1995 se corrió por equipos nacionales. La llegada en la Karl Marx Allee era lo que hoy sería en el Tour la llegada en los Champs Élysées. La carrera solía unir las ciudades de Varsovia, Praga y Berlín, con lo cual, salvo breves incursiones en los Tatra y en los Sudetes, la montaña debía escasear bastante. En el siguiente vídeo podemos ver la celebración (palomas de la paz incluidas) en la edición de 1985, ganada por Lech Piasecki (impagable su mostachín). El polaco se convirtió el año siguiente en uno de los primeros ciclistas de país comunista en correr en un equipo "occidental", en concreto en  el Del Tongo de Giuseppe Saronni.



Algunas de las estrellas del ciclismo amateur destacaron en las rutas que unían las diferentes capitales comunistas: grandísimos corredores como los alemanes orientales Gustav Adolf Täve Schur, Uwe Raab, Olaf Ludwig o Uwe Ampler, el polaco Ryszard Szurkowsky o Lech Piasecki, o el soviético Sergei Sukhoruchenkov. Otros, como el potente y talentoso Wolfgang Lötzsch (el mejor corredor alemán de su generación) no pudieron jamás disputarla por desavenencias con el régimen comunista, como se muestra en el documental Sportsfreund Lötzsch. Lötzch no contó con buenos entrenadores, ni con becas para poder correr, incluso llegó a ser arrestado. Pero cuando las circunstancias se lo permitían, demostraba su calidad, como en la Rund um Berlin del 1974 y de 1983 (una especie de Ronde van Vlaanderen amateur). Quién sabe hasta dónde hubiese llegado Lötzsch de competir en igualdad de condiciones con otros protegidos por el régimen. Quién sabe hasta dónde hubiese podido llegar de competir con los ciclistas "occidentales" de la época.



 
Berlín en los libros. De la cantidad de libros que hablan sobre Berlín, me gustaría nombrar uno de reciente lectura: Hitler y el poder de la estética, de Frederic Spotts, editado por Visor. En el libro se ofrece una exhaustiva panorámica del control nazi de las artes, desde las artes plásticas a la arquitectura, mostrando de qué manera el particular gusto artístico del propio Führer (un gusto anticuado y kitsch en la mayoría de los casos, excepto quizá en menor grado en la arquitectura) condicionó la práctica artística, sirviendo de criterio para aceptar o rechazar cualquier obra artística, y honrar o condenar a cualquier artista. El libro habla entre otras cosas del proyecto de Hitler de hacer de Berlín la capital del Reich de los mil años, una vez conseguida la paz. Berlín sería rebautizada como Germania, una especie de fusión de la Atenas y la Roma clásicas. A Hitler parecía no gustarle mucho la ciudad: tenía un pasado cabaretero demasiado escandaloso. Hitler prefería la medieval Nüremberg, y también München, donde le vino el ramalazo bélico en 1914. Pues bien, Hitler tenía en mente arrasar unos cuantos barrios para realizar la avenida más larga del mundo, la estación de ferrocarril más grande del mundo, el arco de triunfo más grande del mundo y la cúpula más grande del mundo: un proyecto que dejaba el de Haussmann y el de Rita para el Cabanyal en dos pequeños juegos de críos. Cómo conseguir tales demoliciones sin causar malestar en los berlineses era el quebradero de cabeza de Hitler. Era una de las cosas en las que pensaba mientras sus tropas se helaban en Stalingrado, pero no precisamente por empatía o por preocupación por su pueblo (le obsesionaba mucho más la construcción de teatros de la ópera a diestro y siniestro, y  su proyecto megalómano para Linz). De hecho, cuando los británicos bombardearon Hamburgo, Colonia y Dresde, Hitler declaró entre colegas que no le vendría mal un bombardeo de esos para Berlín, y así lograr agilizar los derribos culpabilizando al enemigo. Como decía Pasolini, se trataba de "una panda de asesinos en el poder".  Asesinos con su importante dosis de ridículo, como bien muestra Daniel Levy en su sátira Mein Führer.

 

En definitiva, Berlín es una ciudad de luces sobre las sombras: el skyline de Postdammerplatz se eleva sobre la anterior zona de la muerte soviética, y sobre las ruinas de la antigua cancillería de Hitler (con búnker incluido). Pero por otro lado, las abejas, las bicicletas y el olor a curry hacen de esta una ciudad un lugar en el que sentirse un poco niño de nuevo.