sábado, 4 de octubre de 2014

EL MUNDIAL DE PONFERRADA

Que vaya por delante que no acerté en los pronósticos. No puse al polaco Michal Kwiatkowski en la amplia terna de favoritos para ganar en Ponferrada, a pesar de su fantástica primavera, en la que terminó entre los cinco primeros en las tres clásicas de las Ardenas. En el Tour se arrastró, y quizá por eso me olvidé de él. Ahora no desentona vestido con el arcobaleno, como sucidiese con Rui Costa, otro vencedor sorpresa.

Un podio de Lieja: Gerrans, Kwiatkowski y Valverde.
Kwiatkowski no solo fue el más listo, sino también el más fuerte. Como se venía diciendo desde que se pronosticase lluvia para el domingo, la diferencia se hizo en la bajada; aunque no ya en la segunda, una vertiginosa caída libre hasta la meta, digna de la Cipressa, sino en la primera, otra auténtica trampa mortal que terminaba en una curva de noventa grados que conducía a la espectral presa del embalse de Bárcena. Kwiatkowski, como decía, no solo fue el más listo a la hora de escoger el punto decisivo donde atacar (última vuelta, penúltima bajada), sino que tuvo fuerzas suficientes como para superar la última ascensión con la misma diferencia con la que la había empezado, ante un pujante grupo comandado por Valverde, Gerrans y Gilbert. 

Kwiatkowski destacado en la presa del embalse de Bárcena.


El circuito finalmente se presentó más complicado de lo que se había dicho en un inicio. Ni mucho menos fue un mundial asequible y anodino, como lo fueron los de Madrid, Salzburgo y Geelong, y por supuesto, demostró estar alejado años luz de las farsas de Zolder y Copenhague. No fue un mundial para los clasicómanos puros, como Boonen y Cancellara, a los que apenas se vio. En el primer caso, estaba claro que la selección belga contaba con tipos más en forma que la leyenda flamenca, que se encuentra, no nos engañemos, en sus años crepusculares. Van Avermaet se presentaba como una opción más clara, después de sus victorias en Gerardsbergen en el Eneco Tour y en el Grand Prix de Wallonie. Pero en la selección suiza todo se jugó a la carta de Cancellara, desgastando inutilmente a un portentoso Michael Albasini, vencedor reciente de los Tre valli varesine. De todas formas no fueron las únicas decepciones. El rendimiento de Sagan y Nibali sí que estuvo muy por debajo de lo esperado. Al primero ni se le vio, y el segundo se abrió de piernas ante la maniobra de despiste de Purito en el alto de Mirador. Los velocistas jóvenes sí que estuvieron a la altura. De no ser por la lluvia y el ataque de Kwiatkowski, el mundial se hubiese resuelto en el sprint entre Kristoff, Degenkolb y Bouhanni. Como una Sanremo.


Después de tantear los días anteriores varios puntos en los que ver la carrera, nos colocamos en el paso por el falso llano que coronaba el alto de Confederación. Amaneció nublado y lloviznaba en la montaña, entre los pinos y los cables de alta tensión, que no cesaban de crepitar. Las vueltas se fueron sucediendo. La escapada inicial la formaron el colombiano Quintero, el ucraniano Polivoda, el croata Kvasina y el letón Savickas. La persecución fue comandada en exclusiva por la selección de Polonia, la única que hizo algo en las vueltas iniciales para evitar que el pelotón se apoltronase demasiado. La niebla se levantaba poco a poco sobre el bosque de pinos replantados, y a cada paso, el pelotón y los coches arrastraban tras de sí un auténtico vendaval. Más tarde llegó el turno de los "segundas espadas" de las grandes selecciones: Giovanni Visconti, Peter Kennaugh, Sep Vanmarcke, Christopher Juul Jensen, Dani Navarro, etc. En varios movimientos, el que puso más empeño fue  el suizo Michael Albasini. Tras unas vueltas en las que el sol asomaba tímidamente entre las nubes, el cielo se fue cubriendo, escuchándose a lo lejos algún trueno. Cuando comenzó a arreciar la lluvia con más fuerza, la selección italiana realizó una vuelta de infarto, con un propósito más suicida que claro. Fue una delicia ver pasar como una exhalación al grupo comandado por Bennati y el resto de azzurri, deslizándose a gran velocidad sobre el asfalto mojado. Posteriormente llegó el turno del número en solitario de Tony Martin, condenado al fracaso pero útil como acción de desgaste para el pelotón. Cruzó delante nuestro con su típica estampa: posición aerodinámica, desarrollo masivo y boca abierta.

La espera se hacía larga, y a cada nuevo paso por nuestra cuneta, la situación de carrera se presentaba totalmente cambiada. De este modo, a falta de dos pasos por meta, se formó un trío con Cyril Gautier, Michael Valgren Andersen y Alessandro De Marchi, seguido de cerca por Vassil Kiryienka. Se trataba de tres corredorazos, voluntariosos y atacantes, salidos de la Vuelta (Valgren Andersen, Kiryenka y De Marchi), acompañados del joven francés, el mejor pupilo de Voeckler en cuanto a "pestosidad". En la última vuelta, el cuarteto pasó por delante de nuestras narices con apenas unos segundos de ventaja sobre un pelotón cada vez más reducido. Veinte metros delante de nuestra posición se jugó el mundial, aunque no pudimos verlo. Kwiatkowski se lanzó en el descenso hasta el embalse y sacó unos segundos preciosos que Dani Moreno no pudo recortar. Precisamente lo habíamos visto pasar por ahí dos dias antes, entrenando con toda la selección polaca, tanto femenina como masculina. Los habíamos visto seguros, sorprendentemente seguros.

Kwiatkowski deja atrás en el Mirador a Valgren Andersen y De Marchi
Tras pasar la presa y el túnel, el polaco se prensetó con el cuarteto cabecero. De Marchi, sin duda el mejor de los italianos como era de esperar, era el que más fuerzas gastaba en ese grupo delantero. Éste y Valgren Andersen intentaron permanecer a rueda del polaco el máximo tiempo posible, aunque fue inútil, pues se deshizo de ellos con facilidad al venir fundidos después de dos vueltas de machaque. Mientras tanto, detrás, tras unos segundos de incertidumbre, Jonathan Castroviejo se puso a tirar para recortar diferencias en beneficio de Purito y Valverde. Cuando Castroviejo ya no pudo más, Purito se lanzó al ataque, quizá demasiado tarde. Nunca se sabrá si se trató en realidad de un ataque de despiste, a la espera de un ataque todavía más demoledor de Valverde, o un ataque en serio. Lo que sí que es cierto es que el ataque de Purito sirvió para rematar a Nibali, en una baja forma alarmante para un ganador de Tour, y para que Gilbert, Gerrans, Valverde y Breschel se le pusiesen a rueda. Sí, también Breschel, ese corredor que sale de la tumba solo en los mundiales (y no todos los años). Valverde y Gilbert prolongaron el ataque de Purito, formándose un grupo de siete (Valverde, Gilbert, Gerrans, Van Avermaet, Gallopin y Breschel). Como siempre, Valverde atacó demasiado tarde, mientras que Purito, parece que más por desidia que falta de fuerzas, se dejó llevar. Parecía no querer estar involucrado con Valverde una vez más en un grupo que se jugase una victoria. O simplemente no estaba dispuesto a asumir un rol de gregario para el murciano. Quién sabe.

Kwiatkowski tenía ya medio triunfo en el bolsillo, y amplió la ventaja con un gran descenso hasta meta. Detrás hubo los típicos parones, especialmente debido a la racanería de Gerrans. Valverde y Gilbert fueron los únicos que pusieron algo de empeño en la caza, especialmente el valón, que se sacrificó por Van Avermaet. Su compatriota y compañero de equipo no remató, como es habitual en él, pero Gilbert demostró que si bien ya no está (ni estará) a la altura de su año mágico de 2011, aquel en el que Omega Pharma parecía ser más bien un chiste malicioso que un patrocinador, sigue siendo un corredor competitivo y entregado. 

El polaco acabó haciéndose con la victoria, mientras que por detrás Gerrans se hacía con facilidad con la medalla de plata, y Valverde con la de broce en un disputado sprint con Breschel.  Gerrans racaneó todo lo que pudo y más, esperando ser conducido a meta en carroza para rematar a todos con su nueva punta de velocidad, insólita a sus 34 años. Gerrans no solo es un corredor que no da una pedalada de más, y que busca con zorrería el abrigo, como se viese a la perfección en su Sanremo de 2012, en la que se aprovechó con astucia de la nula estrategia de Cancellara, sino que es además un corredor guadianesco, que aparece y desaparece, y que está teniendo a los 34 años su mejor temporada con diferencia. No es un corredor que me guste, todo lo contrario. Por eso suscribí la campaña de twitter #anyonebutgerrans. Nunca le estaremos lo suficientemente agradecidos a Kwiatkowski por haber evitado un ganador que estaría a la altura de Leblanc, Astarloa o Brochard.


Valverde hizo de nuevo tercero, siendo éste su tercer año consecutivo en esa posición. Lo de Valverde y los mundiales merece un análisis aparte. Ha superado los podios de Poulidor, y si se suman sus puestos entre los diez primeros, puntuándolos de 10 a 1, Valverde es el mejor corredor de los mundiales de todos los tiempos, por delante de Merckx, Freire y Zoetemelk. Aunque, a diferencia de estos tres, le falta precisamente el mundial. Este año, a diferencia de los dos anteriores, su puesto es digno de elogio, pues se trataba de un mundial no tan apto para sus características, pasado por agua además (hay que tener en cuenta que con la lluvia los murcianos se disuelven, no hay que ver más que a Luis León Sánchez). A Valverde solo le queda ganar el mundial como Zoetemelk, con 39 años. 



En fin, la merecida victoria de Kwiatkowski marca un cambio generacional. El polaco pertenece a ese generación dorada de 1990, como Sagan, Pinot, Quintana y Bouhanni, diez años mayores que Valverde, Gerrans, Boonen y Wiggins, que siguen dando guerra. Kwiatkowski tiene 24 años, uno más de los que tenía Freire al vencer su primer mundial, dos más que Merckx en Heerlen, Lemond en Altenrhein y Armstrong en Oslo, y tres más que Monsere. Se trata por tanto de un campeón con futuro. De todas maneras, habrá que esperar a que confirme con más victorias este grandísimo triunfo. Este año ha andando como una moto, como todo su equipo (exceptuando a De Gendt). Aunque los corredores del este suelen explotar demasiado pronto, luego parecen dormirse en los laureles, o simplemente volatilizarse. Fue el caso de Berzin, también el de Vainsteins. Sagan parece que anda de camino. Al menos, el polaco se presenta como el gran rival generacional del eslovaco en el futuro más inmediato.


De nuevo pasa un mundial, y con él se acerca la conclusión de la temporada. El destartalado urbanismo de la ciudad, sus malas comunicaciones con la consiguiente ausencia de público, y varios problemas con las vallas, no han sido problemas suficientes como para ensombrecer este mundial, del que al final me he ido satisfecho. La carrera fue emocionante, y tuvo de todo: ataques en subida, ataques en bajada, lluvia, emoción, labor de equipo, escapadas intermedias, curvas tomadas a cuchillo y sprint finales interesantes. Lo poco que necesita un mundial para ser interesante. Y si a eso se añade un podio digno de Liège - Bastogne - Liège, todavía mejor.