sábado, 3 de diciembre de 2011

UNA CIUDAD SIN COCHES

¿Por qué no reivindicar hoy la utopía de una ciudad sin coches? España ya ha despertado con dolor del sueño de la expansión económica, pero también de la alonsomanía. El coche muchas veces es necesario, ¿pero cuántas otras veces es simplemente un símbolo de status social? Me gusta esa gente que tiene coches de hace quince o veinte años, y no piensa cambiarlos porque todavía tiran; me gusta esa gente que no se renueva el móvil, que no hace del móvil y de las tarifas planas un tema de conversación, que no sabe lo que es el Ipad ni le importa (yo mismo no sé qué diferencia hay entre un Ipad y un Ipod, y no me quita el sueño). Lamentablemente, estos son cada vez más una minoría. Los chiquitos de veintipocos hacen cola por la apertura de una tienda Apple, y el espabilado fundador de tal empresa, ese que no sé ni cómo se llama, casi es beatificado por morir de cáncer y por contribuir al "avance de la humanidad". Todo está relacionado. Hasta que no se entienda que esta crisis es una crisis de civilización, y lo que está en tela de juicio es el consumismo por el consumismo, no hay nada que hacer.
Por otro lado, la actual crisis es la oportunidad de oro para desbancar al coche de su puesto dominante en la ciudad, y dar paso a la bicicleta y al transporte público. Si no se consigue ahora quizá no se consiga nunca. También es el momento para poner en tela de juicio el sistema político y económico. Para cuestionar leyes electorales caducas y falsas, democracias sin separación de poderes, grupos de presión no democráticos, etc. Para dudar del crecimiento constante que predica nuestro sistema económico (no se puede crecer constantemente sin hacerlo a costa de otros, o a costa de la naturaleza, pero eso no se dice). Pero todo esto merecería un post aparte. 

Bueno, dejo de ponerme agorero. Simplemente hoy quería hablar de los problemas que se interponen en la consecución de la utopía de una ciudad sin coches, sólo con bicicletas. El carril-bici es el principal problema: desde los gobiernos municipales siempre se pone la misma excusa, la de que no hay demanada. Claro, no hay demanda porque la gente aprecia su vida, y si no existe una cultura de respeto al ciclista, éste no se atreve a compartir la vía con el coche. Deben ser precisamente los municipios los que estimulen el uso de la bici: eliminando aparcamientos en los centros urbanos, haciendo de estos un espacio principalmente para el peatón, y construyendo carriles bici seguros y continuos. De hecho, la experiencia demuestra que no hay que esperar a que exista una demanda de ciclistas para construir los carriles: es precisamente la construcción de carriles la que estimula la aparición de más ciclistas.

Hay que reconocer que se han hecho bastantes progresos, y que poco a poco algunas ciudades van adaptándose mejor a la compatibilización de espacios entre peatones, bicicletas y coches. Amsterdam, Copenhague, Berlín o algunas ciudades del norte de Italia deben constituirse en un ejemplo a seguir. Se acabó aquella época de proyectos descabellados, como por ejemplo el de hacer del cauce seco del río Turía en Valencia una gran autopista. (La imagen de la ciudad, otro punto relacionado: la bici y el Cabanyal no dejan de guardar relación). Al igual que los tranvías han vuelto a la ciudad, debe volver la bicicleta, como en la posguerra. No hay mayor austeridad que esa: y la ciudad se convertirá en un espacio más limpio, más saludable, más bello. La gente ganará en salud, en fortaleza física y en equilibrio emocional. La relación entre la gente mejorará: el coche fomenta incomunicación, cada uno en su cabina escuchando su radio, esperando a que el semáforo se ponga verde. En cambio, la bicicleta permite contemplar la ciudad al mismo tiempo que uno se desplaza. Permite detenerse a charlar, a mirar un escaparate o un puesto de fruta. La bicicleta auna ahorro, salud y satisfacción personal. También imaginación: el antropólogo Marc Augé en su libro Elogio de la bicicleta  imaginaba una ciudad del futuro en la que hubiese ciudadanos reconocibles por su monturas personalizadas. A lo que añado yo: al igual que en la ciudad pre-industrial existían personajes conocidos en la ciudad por hacer oficios de calle. Yo confío en la bicicleta como un medio para el cambio social en la ciudad. Quizá exagero: no es la panacea para los males del mundo, pero a mí me vale. En el fondo, soy un nostálgico y un idealista de mierda. 

Ahora la bici es una especie de moda urbana. Hay ropa supermoderna y supercara para ir en bici, bicicletas fixie supercaras para ir por la ciudad como van los ciclistas más agresivos de USA, etc. Me fastidia un poco ese aire snob, pero más vale aire snob que ningún tipo de aire. Pero dicho esto, viene la parte de hablar de los problemas. Toca el momento de observar los "atrevidos" diseños de carril bici que a veces se les ocurren a las mentes más privilegiadas entre los planificadores urbanos de la ciudad. Aquí una muestra: 






Todas estas imágenes han sido extraídas de la página Warrington Cycle Campaign. Éste es su lema: 

"Después de ver un episodio de Star Trek, los avanzados urbanistas de tráfico de Oxford meditaron acerca de cómo funcionaría la infraestructura del transporte a mediados del próximo siglo. Tras predecir audazmente que, para entonces, las bicicletas irían equipadas con dispositivos de teletransporte, llegaron a la conclusión de que podrían ahorrar mucha pintura diseñando trayectos de bici intermitentes, ya que los ciclistas se teletransportarían de un tramo al siguiente." 

(Citado por Andrew Byrne en su libro Diarios de bicicleta, al que dedicaré un post en breve)

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