viernes, 27 de enero de 2012

ATROPELLADO

Después de semanas escuchando tan sólo en conversaciones de bar y de trabajo los nombres de Camps, Barberá, Garzón y Merkel, sentí un poco de alivio ayer al escuchar a alguien acordándose de Angelopoulos, aunque fuese por el motivo tan triste de su muerte. Fue un enorme consuelo darme cuenta de que todavía hay gente que sigue colocando a la cultura por encima de ese armario mal ventilado, que siempre acaba oliendo a podrido, que es el poder.


Su muerte no ha podido ser más demostrativa del estado de cosas al que hemos llegado: un policía fuera de servicio atropella con su motocicleta a un anciano de 77 años que cruzaba por un túnel no apto para peatones. La ambulancia tarda en llegar, y el anciano muere en el hospital. Pero el anciano atropellado resulta ser Angelopoulos, quizá el máximo exponente cultural de Grecia en la actualidad.

He de reconocer que no soy muy fan de Angelopoulos, nunca lo he sido. Su cine exigía cierta paciencia que, si bien he tenido con otros cineastas, en su caso particular no ha sido así. Aun así, reconozco que ha sido uno de  los viejos dinosaurios del cine moderno; uno de los que  seguía contra viento y marea con su estilo pausado,  poético y connotativo, sin atender a ningún tipo de chantaje comercial o ideológico.

Cuando escribí el post acerca de los planos-secuencia, intenté encontrar, sin éxito, algún vídeo colgado en internet de alguno de sus largos y portentosos planos-secuencia. De hecho, se le reconoce como uno de los grandes "compositores" de los planos-secuencia, junto con Andrei Tarkovsky o Bela Tarr. Recuerdo cómo me cautivaron los planos-secuencia, no siempre agradables, de El apicultor. 

 

Por otro lado, recuerdo su aparición en la película de Alberto Morais Un lugar en el cine, en la que el realizador griego disertaba, junto con Víctor Erice, sobre la posibilidad de un cine alternativo, de resitencia, en nuestro presente. La película daba vueltas en torno a la figura de Pasolini, y Morais creaba un tridente mediterráneo de cine de resistencia: Erice-Pasolini-Angelopoulos. Solo hubiese faltado Oliveira, y ya hubiesen estado todos los PIGS representados, según la visión anglosajona euroescéptica claro está.


Angelopoulos repetía una y otra vez tanto su voluntad de hacer un cine "de guerrilla", como su apego a la cultura mediterránea - en un sentido no comercializable del término. Erice y Angelopoulos reinvindicaban en esa peliculita documental (una pequeña joya), un cine pegado a lo real. Y los dos, uno en Atenas el otro en Hoyuelos (pueblo donde se rodó El espíritu de la colmena), se mostraban bastante pesimistas al respecto; los dos coincidían en que una forma de vivir y de ver el cine había muerto, y que la forma de hacer cine que ellos habían conocido y disfrutado no tendría relevo.

Para Angelopoulos y muchos de su generación, el cine no sólo fue un medio artístico, ni exclusivamente un medio para comprender la realidad, fue algo más: un espacio de sociabilización. Ir al cine era un acto casi litúrgico. El cine era un espacio que había asumido las mismas funciones que tenían las iglesias hasta el siglo XIX: un lugar en el que saludarse, un lugar en el que conocerse, un lugar en el que seducir o dejarse seducir, un lugar en el que enamorarse, un lugar en el que se reunía y se reconocía la comunidad. Seguramente todo eso se ha perdido; hoy ir al cine sólo es una actividad de ocio de fin de semana más (que va unida a la ingestión constante de palomitas), o una actividad de intelectual, muchas veces solitaria, en sesiones a deshoras y en cines vacíos. Aunque desgraciadamente me indentifico más con esta segunda opción, añoro muchísimas veces los cines de verano al aire libre de la infancia, en los que tan importante era ver la película como disfrutar del ambiente y de la compañía.


Aunque se haya perdido esa dimensión social del cine, como medio y como espacio, que tuvo en un momento histórico determinado, esperamos que el medio audiovisual - llámese cine o llámese X -, siga dando obras emocionantes, poéticas, que se cimenten en la vida y que, a su manera, la trasciendan, como las que hizo el realizador griego.

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