sábado, 28 de enero de 2012

DE ACUERDO

La semana pasada terminé Las partículas elementales de Michel Houellebecq. Previamente leí Ampliación del campo de batalla, e intenté sin éxito leer Plataforma (que seguramente leeré en otra ocasión). No son lecturas fáciles; no debido a una excesiva complejidad estilística, ni a tramas excesivamente embrolladas. Tampoco hay en sus novelas un excesivo número de personajes. No, la trama es simple, hay pocos personajes, y el estilo de Houellebecq es cortante y directo, solo a veces punteado por digresiones de tipo científico, filosófico o sociológico.

Son lecturas difíciles porque muestran un mundo sin esperanza, de digestión pesada: tras la careta, la sociedad actual se presenta como una sociedad despiadada, en la que prima la competencia continua. El trasfondo de sus novelas incide en la misma idea: el liberalismo - en lo sexual y en lo económico- no ha traido más ley que la del más fuerte; el liberador abandono de las creencias solo ha comportado el materialismo más deshumanizador, y una tendencia insana al individualismo. La prosa incisiva y contundente de Houllebecq, a veces un tanto depravada, un poco sadiana, no suele tener clemencia. Algunos individuos aun buscan amor: quizá alguna pobre mujer. Los hombres, en cambio, campan a sus anchas en ese mundo de bravuconadas y de centímetros: pero acaban condenados a la más absoluta soledad.

 


Me gustaría destacar este fragmento del libro, con el que me sentí totalmente de acuerdo, y en gran parte identificado:

"- No sirvo para nada - dijo Bruno con resignación - . Soy incapaz de criar cerdos. No tengo ni idea de cómo se hacen las salchichas, los tenedores o los teléfonos portátiles. Soy incapaz de producir cualquiera de los objetos que me rodean, los que uso o los que me como; ni siquiera soy capaz de entender su proceso de producción. Si la industria se bloqueara, si desaparecieran los ingenieros y los técnicos especializados, yo sería incapaz de volver a poner en marcha una sola rueda. Estoy fuera del complejo económico-industrial, y ni siquiera podría asegurar mi propia supervivencia: no sabría alimentarme, vestirme o protegerme de la intemperie; mis competencias técnicas son ligeramente inferiores a las del hombre de Neanderthal. Dependo por completo de la sociedad que me rodea, pero yo soy para ella poco menos que inútil; todo lo que sé hacer es producir dudosos comentarios sobre objetos culturales anticuados. Sin embargo gano un sueldo, incluso un buen sueldo, muy superior a la media. La mayor parte de la gente que me rodea está en el mismo caso. (...)"

Leyendo a Houellebecq uno tiene la impresión de estar sumergiéndose en la personalidad retorcida de un escritor amargado, que se venga con su prosa incómoda de la sociedad, e incluso de la vida. El pensamiento que subyace bajo su prosa parece incluso reaccionario. Otras veces, en cambio, parece juzgar nuestro mundo desde un punto tan alejado, tan neutral, como si fuese un científico observando la evolución de los microbios desde su microscopio, que su lectura se convierte en una auténtica liberación del espíritu. 

Existe una adaptación cinematográfica de la novela. Es una película alemana. En este caso, la novela es claramente mejor que la película. La película intenta ser más benevolente, y un poco más melodramática, y no deja de ser un tanto mediocre a fin de cuentas. También cambia bastantes cosas con respecto al libro con la finalidad de edulcorar el mundo amargo que refleja éste. Aun así, resulta interesante por la aparición siempre grata de Moritz Bleibtreu.


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