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miércoles, 3 de octubre de 2012

LOS DIEZ MEJORES CICLISTAS DE TODOS LOS TIEMPOS: NÚMERO 3. FAUSTO COPPI

Fausto Coppi (15.10.1919, Castellania, Italia - 02.01.1960 Tortona, Italia). Profesional de 1939 a 1959.

Palmarés: 1 Campeonato del mundo (1953), 2 Tour de France (1949, 1952), 5 Giro d'Italia (1940, 1947, 1949, 1952, 1953), 3 Milano - Sanremo (1946, 1948, 1949), 1 Paris - Roubaix (1950), 5 Giro di Lombardia (1946, 1947, 1948, 1949, 1954), 33 etapas en grandes vueltas (9 en el Tour, 24 en el Giro) 1 Flèche Wallonne (1950), 3 Giro del Veneto (1941, 1947, 1949), 1 Giro dell'Appennino (1955), 3 Giro dell'Emillia (1941, 1947, 1948), 2 Grand Prix des Nations (1946, 1947), 4 Trofeo Baracchi (1953, 1954, 1955 con Filippi, 1957 con Baldini), 3 Grand Prix de Lugano (1951, 1952, 1956),  4 Campeonatos de Italia (1942, 1947, 1949, 1955), 1 Clasificación de la Montaña Tour de France (1949), 1 Clasificación de la Montaña Giro d'Italia (1949), 50 días de liderato en grandes vueltas (31 en Giro d'Italia, 19 en Tour de France), 2 Campeonatos del mundo de persecución (1947, 1949), 1 Challenge Desgrange-Colombo (1949), 1 Récord de la hora (45,871 km, 07.11.1942, Milano).

Puestos: 3º Campeonato del mundo (1949), 2º Giro d'Italia (1946, 1955), 2º Paris - Roubaix (1952, 1955), 2º Giro di Lombardia (1956), 3º Giro di Lombardia (1950, 1951) 

Equipos: Legnano (1939 - 1942), Cicli Nulli Roma (1945), Bianchi (1946 - 1955), Carpano - Coppi (1956 - 1957), Bianchi (1958), Tricofilina - Coppi (1959)



L'Airone. Il Campionissimo. El ciclista que mejor equilibró las dotes para la escalada y para la contrarreloj. El de las largas escapadas solitarias. El hijo de campesinos que devino repartidor en bicicleta.  El de la mala suerte, las caídas y los huesos de cristal. El desafortunado hermano Serse. El introductor de los "métodos científicos y modernos", entre los que estaba "la bomba". El introductor de la jerarquía de capitano y gregarios en los equipos ciclistas. El mítico maillot albiceleste Bianchi. Fausto el moderno, Fausto el descreído, frente a Gino el piadoso. El supuestamente izquierdista - o considerado como tal. Fausto y sus gafas de sol. El prisionero en Túnez. Un país dividido. Fausto el cazador. La poveretta Bruna, la esposa rechazada. Cuneo - Pinerolo. El fatídico safari en Alto Volta. El que de gregario de Bartali pasó a ser rival, y al final de su carrera, pupilo. Los dobletes Giro-Tour. La larga escapada por la carretera semidestruida de la Riviera camino a Sanremo en 1946. "W Coppi" escrito en la nieve. El pionero del Stelvio y L'Alpe d'Huez. Un uomo solo al comando. Cuando quedar segundo tras él merecía premio. Un maestro de la persecución. Las largas piernas moldeadas por el masajista ciego Biagio Cavanna. Faustino, el hijo nacido clandestinamente en Argentina. El que perdió el favor del público con su amor adúltero con la Giulia Occhini, la Dama Bianca, y lo recuperó una vez muerto, convirtiéndose en mito. El último ataque que cimentó la última victoria en el Passo della Bocchetta. Los ataques en la Madonna del Ghisallo. Fausto, ¿el envenenado?, ¿o simplemente el mal diagnosticado? Durante años, durante décadas, antes que se destapase el pastel y la lucha por la honestidad deportiva se convirtiese en un elemento más de la lucha de todos contra todas tan característica de nuestros tiempos, el que fuera el símbolo más excelso del deporte ciclista. El campeón que ocultaba su personalidad tras sus éxitos. L'Airone. Il Campionissimo.


viernes, 8 de junio de 2012

HEREDEROS (I)

El ciclismo, como todos los deportes, es un campo abonado para los tópicos. El tópico se caracteriza por su repetición inagotable y por ser expresado de forma indiscrimanda, a veces incluso de forma irracional. Si observamos el caso del fútbol, encontramos tópicos bastante habituales: "no hay enemigo pequeño", "el fúbtol es 11 contra 11", "un partido dura 90 minutos", o el colmo de las tautologías, "el fútbol es fútbol". El ciclismo también es prolífico en expresiones del género, coletillas que los ciclistas, al ser entrevistados tras una larga etapa o carrera, van encadenando sin ton ni son, emitiendo sonidos sin contenido y, algunas veces, sin coherencia: "no se gana hasta cruzar la última línea de meta", "he de agradecer la labor de mi equipo que me ha apoyado en todo momento", "el maillot amarillo da alas", etc. Incluso hace un tiempo, antes de 1998, se repetía un tópico bastante inquietante: "el Tour no se gana solo con spaghettis".

En este caso, quiero sacar a relucir un tópico no exclusivo del ciclismo, pero que sirve un poco para presentar el tema. Sería el siguiente: "las comparaciones son odiosas". En el ciclismo, como en la vida, las catástrofes y las depresiones derivan muchas veces de colocar el listón demasiado alto, estableciendo una comparación con un modelo demasiado excelso, inalcanzable por tanto. Rescato aquí los casos de algunos ciclistas que fueron comparados, para su desgracia, con campeones anteriores, convirtiéndose de la noche a la mañana en el foco de atención de periodistas y público. Cada gran campeón ha tenido su falso sucesor: corredores de clase indudable, que tuvieron la mala suerte de iniciar su carrera deportiva en la estela de una gran figura; corredores que tuvieron la mala suerte de recordar, en su forma de correr, en su estilo, en sus brillos de calidad, a anteriores maestros. Corredores que, ya fuese con la intención de la prensa de vender más periódicos, o debido a la propia ansia y expectación del público, deseoso siempre de nuevos éxitos, acabaron convirtiéndose en el nuevo Coppi, el nuevo Merckx o el nuevo Indurain. Estos son "los herederos".

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El primer gran campeón de la era moderna fue Fausto Coppi. Lo que al cine fue el neorrealismo de Rossellini y De Sica (y Visconti), al ciclismo lo fueron Coppi y Bartali (y Magni): el nacimiento de la modernidad. Pero ya a mediados de los cincuenta, Coppi estaba en pleno declive, deportivo y mediático: no vencía, sus números solitarios ya habían sido olvidados y, para colmo, había abandonado a su mujer y a su hijo para irse con Giulia Occhini, la dama bianca, convirtiéndose así en un adúltero a los ojos de la tradicional sociedad italiana. Entonces ya se buscó un sustituto, y el elegido fue Ercole Baldini, "l'expresso di Forlí". Baldini era fundamentalmente un rodador, un excepcional contrarrelojista, el mejor de su generación junto con Anquetil y Rivière. Pero después de su espectacular temporada de 1958 (victoria en el Giro y en el campeonato del mundo), ya no obtuvo grandes resultados, y la prensa que lo había encumbrado se cebó con él: se le acusaba de interesarse solo por "denaro e cibo" (dinero y comida). Se buscó un nuevo sucesor en Guido Carlesi, no tanto por sus resultados como por su innegable semajanza física con il campionissimo.

Fausto Coppi en el Tour de 1952.

Ercole Baldini con el jersey arco-iris. En la imagen se aprecia su fabulosa planta de contrarrelojista.

Guido Carlesi, el primer Coppino. Su espigado talle y su nariz aguileña recordaban más al mítico Fausto que sus resultados deportivos.
En 1960 Coppi murió a causa de una mal diagnosticada malaria contraida en África, y de campeón viejo y olvidado pasó a ser mito. Toda Italia lloró su muerte. La Gazzetta dello Sport necesitaba una nueva ristra de ases que aplacase el dolor de los tiffosi, pero la nueva generación no parecía cumplir las expectativas. A pesar de que Gastone Nencini venció el Tour de 1960, y Guido Carlesi logró hacer podium en 1961, en 1962 Baldini, Carlesi y Nencini desaparecieron por completo del mapa, y ningún otro italiano se vislumbraba como posible rival de Anquetil en las grandes vueltas. Carlesi, el que auguraba más esperanzas, comenzó a partir de 1962 un prematuro y agudísimo declive. Se necesitaba urgentemente una nueva figura, y en 1963 se creyó encontrarla en un jovencísimo piamontés, de pedaleo elegante y tendencia a las largas escapadas en terrenos hostiles: Italo Zilioli.

Nacido en 1941, Zilioli fue uno de los mejores corredores de su generación, sin duda una de las mejores hornadas del ciclismo italiano. Italo Zilioli compartió pelotones con Vittorio Adorni, Franco Bitossi, Michele Dancelli, Gianni Motta, Wladimiro Panizza y, sobre todo, Felice Gimondi. Su debut en profesionales fue muy prometedor, llevándose en largas escapadas toda una retahila de semiclásicas italianas. Entre ellas, el Giro dell'Appennino. Su ataque en el Passo della Bocchetta cerraba un lapso de tiempo, aparentemente vacío: en el mismo lugar Fausto Coppi había atacado en 1955 para vencer el Giro dell'Appennino, su útlima victoria en una prueba en línea. El estilo ingrávido de Zilioli y su elegancia recordaban lejanamente al de Fausto.

En el Giro, el joven Italo chocó repetidas veces contra un muro. Tras tres segundos puestos consecutivos en el Giro de Italia (1964, 1965 y 1966), y un tercero en 1969, se convirtió en una especie de Poulidor italiano. En 1965 llegó Gimondi, y en 1966 Motta, y pronto cayó en el olvido entre el gran público. Una nueva rivalidad (Gimondi - Motta), muy breve, enganchó al público italiano: revoloteando en torno a esas dos estrellas mediáticas, quedaban los Dancelli, Bitossi, el también mediático Adorni, y Zilioli. En 1970 se convirtió en gregario de lujo de Eddy Merckx en el Faemino, y en los últimos años de profesional obtuvo buenos resultados, como la Setmana Catalana de 1971, o su segundo Giro dell'Appennino en 1973. Resultados muy parcos en comparación con el futuro plagado de éxitos que la prensa había vaticinado diez años antes.

En la temporada de 1967, Zilioli y Gimondi compartían equipo, il G.S. Salvarani
Gimondi y Zilioli en equipos distintos: el bergamasco en la Salvarani, el turinés en la Ferretti. (1971)
Zilioli era uno de esos corredores siempre presentes, siempre bien clasificados, pero que encontraban dificultades para ganar. Sufría problemas de insomnio. En el Tour de 1970, en el que portó durante un tiempo el maillot amarillo, compartía habitación con Merckx. El propio Zilioli señalaba que por la noche, el campeón belga apagaba la luz e inmediatamente se dormía. En cambio él, en el breve tiempo en el que llevó el maillot de líder, al apagar la luz empezaba a darle vueltas a la cabeza, pensando en el recorrido de la etapa siguiente, en los pasos de montaña, en los ataques a los que tendría que responder...Su  incapacidad para gestionar la presión era su principal carencia frente a los grandes campeones, y en definitiva lo que se interponía entre él y la victoria. Y si bien es cierto que a veces el público puede encapricharse con algunos corredores "segundones", frenados por la mala fortuna o por campeones menos humanos (como hizo el público francés con Poulidor), no suele perdonar a aquellos que truncan sus expectativas.

En la temporada de 1970, Zilioli corrió en el equipo de Eddy Merckx, la Faemino.

Décadas después, Fausto Coppi encontraría un nuevo sucesor. En este caso, al igual que sucedió con Guido Carlesi, la semejanza con el campionissimo era ante todo física: se trataba de Franco Chioccioli, ciclista que corrió a finales de los años 80 y principios de los 90, y que tuvo su verdadera eclosión ya siendo veterano, en 1991, en un momento en el que el ciclismo italiano vivió una auténtica rinascita, propiciada por la oscura labor de doctores como Cecchini, Ferrari y Conconi.

La primera aparición de Chioccioli para el gran público fue en el Giro de 1988. Se enfundó la maglia rosa para perderla en la terrorífica decimocuarta etapa, entre Chiesa Valmalenco y Bormio: la etapa en la que il commendatore Torriani decidió que el Passo di Gavia era transitable, a pesar de que arreciaba sobre su cima una tormenta de nieve. Fue el día del descenso infernal, de los dedos congelados, de las retiradas masivas y de los ciclistas buscando desesperadamente refugio en los coches de los pocos y aventurados espectadores. En el Giro de 1991, Chioccioli reapareció por todo lo alto, acercándose más que ninguno de los anteriores a la sombra de Fausto Coppi. Con la maglia rosa a sus espaldas, distanció a sus rivales en las empinadísimas rampas del recién descubierto Passo del Mortirolo: era Coppi redivivo.

Más que un sucesor se buscaba un sosia: Coppino I (Guido Carlesi) y Coppino II (Franco Chioccioli, en la foto en el Giro de 1988, junto con Ernesto Colnago y Andy Hampsten)

viernes, 27 de abril de 2012

LA VIE EN ROSE


Queda apenas una semana para que comience el Giro de Italia. El Giro de Italia...Difícilmente puedo dejar de relacionar el Giro de Italia con los años escolares, cuando mayo anunciaba el final del curso, y ya las horas de sol alargaban y las tardes dejaban de ser depresivas. El Giro de Italia está asociado en mis neuronas a la cercanía de las tardes de junio, libres de colegio. Atrás quedaban los días nublados y la necesidad de hacer deberes; todo podía dejarse de lado un momento, el verano estaba a la vuelta de la esquina. Un verano que luego sería a veces aburrido y otras agotador, demostrando que, aunque sea paradójico, se disfruta más la promesa de libertad que la libertad en sí. El verano se esperaba como una vasta extensión de tiempo sin obligaciones, con libertad, que luego, una vez se experimentaba en carne propia, resultaba las más de las veces carente de todo encanto; en cambio, mayo tenía un punto tentador. No resulta extraño que mayo fuese el mes durante el cual los estudiantes franceses tomaron las calles en 1968; tampoco lo es que fuese el  mes en que el año pasado los jóvenes españoles hicieron lo propio. Mayo tiene la ligereza necesaria  para iniciar una revolución con el mismo estado de ánimo con el que uno inicia un juego, es decir, sin tomarse lo suficientemente en serio como para acabar convirtiendo la propia revuelta en un auténtico monstruo con vida propia.

Por tanto, la llegada del Giro es la demostración palpable de que se ha dejado atrás la temporada del trabajo, de sus obligaciones y servidumbres. Si el Giro es la carrera febril y hermosa del momento álgido de la primavera, el Tour tiene cierto componente soporífero asociado al verano. El Tour huele a piscina y a crema solar, el Tour se ve entre cabezada y cabezada, empachado de paella; del Tour hablan hasta los "futboleros" que se aburren durante la pretemporada. El Giro de Italia es distinto. Para mí es algo así como el Renacimiento. Reduciendo las cosas, podría decir que el Giro es sinónimo de Italia; pero no la Italia del berlusconismo ni de la Gomorra, sino la Italia del Sorrento de Goethe, de la Roma del Grand Tour decimonónico, de la Génova de Nietzsche; es decir, el Giro es Italia, entendiendo ésta como tierra prometida.  "Debe haber islas allá hacia el sur de las cosas / donde sufrir sea una cosa más suave..." (Exagero).

Y los Giri que más recuerdo son aquéllos, los de la infancia, en concreto los de 1993 y 1994. El Giro que comenzó en la Isola d'Elba en 1993, y el Giro que perdería Miguel Indurain frente al ruso Evgeni Berzin al año siguiente. La evocación de aquellos Giri está íntimamente ligada a la aparición de un joven atacante, alocado y medio calvo, con el maillot del Carrera - Tassoni, que se jugaba la vida en el descenso camino a Lienz, y que culminaba su obra maestra camino de Aprica:  Marco Pantani. Pero el Giro está plagado de historias, y cada generación de aficionados al ciclismo ha podido quedarse con un momento irrepetible: en la posguerra, Italia creció con el tappone de Cuneo a Pinerolo de Fausto Coppi en 1949, y la rivalidad Coppi - Bartali, y en los años de plomo, la rivalidad Moser - Saronni era la manifestación externa de la tensión interna latente. Algunos recordarán la nevada del Monte Bondone de 1956, y a Charly Gaul, completamente congelado, siendo llevado en volandas por los carabinieri; otros recordarán la nevada del Gavia del 88, y a Johan van der Velde coronando en manga corta. En mi caso, con el Giro he tenido tres enamoramientos: el primero en 1994; el segundo, diez años después, en 2004, con el duelo entre Gilberto Simoni y Damiano Cunego, ambos en el conjunto Saeco; y el tercero en 2010, in situ (el año de Arroyo y su descenso pírrico del Mortirolo).

Hagamos un repaso al Giro y sus protagonistas: 


Gino Bartali y Fausto Coppi. La Italia católica y la Italia moderna. Ocho Giri entre los dos.
El escalador luxemburgués Charly Gaul, vencedor en 1956 y 1959.

Jacques Anquetil en el Giro de 1964.
Felice Gimondi, el justo heredero del campionissimo Coppi. Vencedor de tres Giri. 


Eddy Merckx, quíntuple ganador del Giro como Alfredo Binda y Fausto Coppi.
El sueco Gösta Pettersson - Faglum, vencedor en 1971.




El belga Johan De Muynck, vencedor del Giro de 1978.Un buen escalador que alcanzó la gloria en la carrera italiana.
Giovanni Battaglin venció en 1981. Poco antes había vencido la Vuelta a España.

Francesco Moser, il Cecco, excepcional rodador, protagonista del tránsito de los 70 a los 80.
Giuseppe Saronni, il Beppe, el gran rival del anterior.
Pareja sonriente de franceses: Laurent Fignon y Bernard Hinault. Un Giro para el primero, tres para el segundo.
Roberto Visentini, vencedor del Giro de 1986, y gran derrotado en el Giro de 1987. 

El irlandés Stephen Roche venció el Giro de 1987 "traicionando" a su compañero de equipo Visentini. Ese mismo año ganaría el Tour.
El jovencísimo norteamericano Andy Hampsten, sorprendente ganador del Giro 1988.

Gianni Bugno, vencedor en 1990 vistiendo la maglia rosa de principio a fin.


Miguel Indurain, primero en 1992 y 1993, y tercero en 1994.
El joven ruso Evgeni Berzin logró derrotar a Indurain en 1994.

El veterano suizo Toni Rominger venció en 1995.

Marco Pantani en su año del doblete: 1998.

Damiano Cunego y Gilberto Simoni en 2004. Ambos protagonizaron un duro duelo dentro de la misma "squadra". La maglia rosa la acabaría llevando el primero.
El ruso Denis Menchov expresaba así su alegría al cruzar la última línea de meta en Roma, en el 2009. Poco antes había sufrido una caída.

Ivan Basso, vencedor de la edición de 2010. Este segundo Giro fue ganado sin ninguna sombra de sospecha, al contrario que sucediera en 2006.

Alberto Contador en 2008. Tras su sanción, tan solo es considerado vencedor de este Giro, no así del de 2011.

El Giro y el cine, por otro lado, también han gozado de una particular relación de amor. Ya hablé en su momento de la película de Jorgen Leth Estrellas y aguadores, crónica del Giro de 1973. Existe otro fascinante documental alemán, concebido como apéndice del de Leth, titulado Die Härteste Show der Welt, centrado en el duelo entre Fuente y Merckx en el Giro de 1974. Y existe esta otra joya, de la que he visto tan sólo algunos clips en YouTube: Totó nel Giro d'Italia, de 1948. El cómico napolitano interpreta a un misterioso participante del Giro, dotado de una sorprendente fuerza que le permite vencer sobradamente a sus rivales, entre los que se encuentran, nada más y nada menos, que Fausto Coppi, Gino Bartali, Louison Bobet, Fiorenzo Magni o Ferdi Kübler. La siguiente escena es toda una metáfora irónica de esa "cara oculta" del ciclismo de la que ya se sabía cosas entonces: la de los "suplementos". De todas formas, la película tiene cierto interés para el aficionado mitómano o acérrimo, al aparecer en ella los ciclistas más importantes del momento (un poco en el mismo estilo que aquellas películas españolas de los 50 protagonizadas por Di Stéfano o Kubala).