viernes, 11 de mayo de 2012

IMPRESIONES

Toda luz, todo aterdecer, todo olor o color, siempre aluden a otra cosa ya pasada. Conocemos en cuanto recordarmos, pero recordar es crear, es en parte inventar; poner un poco de color aquí, una nota o un sonido más allá, hasta crear una imagen reconfortante. Bien podría decirse que recordar es edulcorar, falsificar, aunque me gusta más otra palabra: reconstruir. Pero también es proyectar hacia el futuro: crear un pasado para poder aceptar el presente, ese instante que cuando lo nombramos ya ha pasado, irremediablemente abocado a ese futuro que se va haciendo, paso a paso. Quizá me esté haciendo mayor, pues cada día me viene un recuerdo nuevo, alguna imagen. Me vienen a la mente rincones de otras ciudades en las que he sido feliz, paisajes de la infancia, caras de antiguos conocidos, etc. Todos esos recuerdos son, aunque me pese, viejas escenas teatrales, con su decorado, su iluminación y sus actores. 


Una sensación extraña se produce cuando la realidad nos demuestra el engaño de la memoria. Pongamos algunos ejemplos. La plaza, con la estatua del poeta, es más pequeña de como la recordábamos. Aquella vista desde el castillo con el río abajo, verde y de rápido fluir, no era para tanto. Aquella sensación que experimentaste entonces difícilmente se repetirá, y lo sabes: quizá la ciudad te pareció más bella porque una luz anaranjada de atardecer resbalaba sobre los edificios, y al esconderse el sol tras los tejados y azoteas parecía que colocaba sobre ellos una particular corona de rayos; pero cuando veas esa misma ciudad sin que hierva nada en tu interior, quizá ese mismo atardecer te parezca intrascendente. Aquel mercadito de la explanada polvorienta te pareció más interesante sin duda porque se desarrollaba en verano. Tumbado en la cama, despertándote, sonó un piano, el vecino tocaba; pero esa habitación quizá no era tan blanca, ¿y por qué te ves a ti mismo, con esa sonrisa en la cara, si bien sabes que esa imagen es imposible? Ese sol que se ocultaba tras los árboles es como otros tantos soles ya vistos, y aunque bien sabes que solo hay un sol, la memoria, algo tramposa, te crea la ilusión de que un sol diferente nace cada día.

Solo se abre el abismo cuando lo familiar, lo conocido, se percibe desde un ángulo completamente diferente, resultando algo extraño, incómodo, enrarecido: entonces se siente en carne propia la distancia que nos separa de las auténticas certezas. Pero ese terror viene rodeado, paradójicamente, de cierto cosquilleo creciente, que puede llegar a convertirse en una intensa sensación de placer: la propia de la curiosidad, del conocimiento.


No habría nada más estimulante que poder olvidar de vez en cuando para vivir en un estado de deslumbramiento continuado lo que la monótona vida nos ofrece. Aunque, a pesar de esto, a veces parece habitar un dios algo burlón en medio de la rutina, sorprendiéndonos hasta tal punto que, a pesar de saber que el momento vivido no es nuevo, sino más bien un remedo de otro sumamente parecido, podamos sentirlo como único, aferrándonos a él a fin de vivir con soltura en el presente. Aunque, sin darnos cuenta, al esforzarnos en retener ese instante de arrobamiento en forma de recuerdo, ya lo estamos embalsamando, convirtiéndolo en imagen. 

"Vive cada instante como si fuese a repetirse siempre" F. Nietzsche

No hay comentarios:

Publicar un comentario