jueves, 5 de mayo de 2011

FRACASO - ÉXITO


7 de junio de 1975. Última etapa del Giro de Italia, Alleghe – Passo dello Stelvio. El Giro concluía por primera y última vez en su historia en una cima de alta montaña. Nada menos que en el puerto de montaña más elevado de los Alpes, a 2.758 metros de altura. El Passo dello Stelvio, también conocido como Stilfser Joch, une el Südtirol y la Lombardía, siendo el paso entre las tierras de habla alemana y las de habla italiana, así como escenario de combates bélicos en el 14, y deportivos desde el 53.


Si se observa en un primer y rápido vistazo la fotografía de la llegada, ésta muestra una aparente contradicción: la expresión desencajada, decepcionada y casi dolorida del vencedor contrasta con los brazos alzados del segundo, y por tanto, perdedor. La lógica nos dicta que las cosas deberían pintar de otro modo. La imagen parece reservarnos así una especie de lección moral: las ideas de éxito y fracaso son ambivalentes.


¿Qué es hoy motivo de éxito? ¿Tarjetas de visita con membrete? ¿Enanitos en el jardín? ¿Una frase siempre recurrente en la boca, muchas anécdotas precisas, y una pizca de inteligencia emocional aprendida en un máster de comunicación empresarial? ¿Fotografías en el despacho de la mujer y de los hijos? ¿O también algún que otro modelito de Skunfunk, Carhatt o Kenzo? ¿Encuentros de las familias y manifestaciones-florero? ¿Arquitectura calatravesca, ésa que queda muy bonita en las postales? ¿Tiendas de moda muy trendy que abren en barrios degradados, y cierran al mes siguiente? ¿Conversaciones de Facebook que suplen conversaciones reales? La vida moderna exige vidas de acuario.

Y para las mentalidades de éxito, adaptadas, ¿qué encarna la idea del fracaso? ¿Esos barrios que se resisten a caerse por sí solos, y dar paso así a una idea de progreso haussmanniana, expresada en grandes avenidas con palmeritas y cemento? ¿Esos hombres antiguos que se resisten a buscarse una casa, durmiendo en cualquier lado y orinando en las esquinas, afeando tanto la ciudad para el turista, cuando ésta debería ofrecerse a los visitantes como una puta de lujo con las piernas bien abiertas? ¿Esas barriadas en todas las ciudades idénticas, en las que se ve demasiado Antena 3 o La Sexta, y en las que abundan chonis y parados?  ¿Los parques con jubilados? ¿Los gatos callejeros? ¿Esas pintadas que torpemente expresan la firma de un artista anónimo, la mayor de las veces adolescente y gamberrete? Bien mirado, ante el adocenamiento que trae todo éxito, prefiero quedarme resistiendo desde las trincheras del fracaso. 

Pero todo merece ser de alguna manera explicado. Volvamos a la fotografía del Stelvio, y desvelemos un poco el misterio de su lógica alterada. Paco Galdos, con el maillot del KAS (amarillo con mangas azules a pesar del blanco y negro), resulta ganador de la etapa. Tras él entra Fausto Bertoglio, del equipo Jollj ceramica, portando la maglia rosa, con los brazos levantados. Ambos eran dos corredores de nivel medio que dieron lo mejor de sí mismos en un Giro ausente de estrellas. Ambos se jugaban la victoria final, pues Galdos, segundo en la clasificación general, estaba distanciado tan sólo por 41 segundos de Bertoglio. El vasco, aparentemente mejor escalador, podía descolgar al italiano en cualquiera de las 28 curvas infernales que conducen a esta zauberberg del ciclismo. Galdos lo intentó repetidas veces, sin éxito. Venció la etapa, sí; pero al no poder sacar diferencia al italiano, perdió el Giro de Italia. Lo que puede parecer un éxito, puede resultar un fracaso, y viceversa; con lo cual, no nos debemos fiar por tanto de las primeras impresiones.

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