martes, 21 de enero de 2014

REBUSCANDO TODAVÍA EN EL FONDO DE ARMARIO CICLISTA (II)


Un año más empieza la temporada ciclista, y como lleva sucediendo en las últimas temporadas, el exordio tiene lugar en el Hemisferio Sur, en carreras un tanto aburridas cuyo único interés radica en ver las nuevas equipaciones, los nuevos fichajes y las nuevas bicicletas. 

Los amantes del ciclismo debemos tener "más moral que el Alcoyano", pues seguimos disfrutando de un deporte con demasiados fantasmas en el armario. Un deporte cuyo presente huele tanto a podrido como su pasado. Muchos de los aficionados nos hemos acostumbrado a valorar las trampas médicas y los positivos por sorpresa como una incidencia más de carrera, aprendiendo a hacer de la sospecha un ingrediente más de las tertulias. ¡Qué remedio! Hemos superado una década un tanto penosa, en la que desde Armstrong a Di Luca, pasando por Ullrich, Mancebo o Pereiro, no hay ciclsita que se salve. Pero la nueva que comenzó en 2011 no lo ha hecho con mejores auspicios: sin ir más lejos, ahí están el dúo Wiggins-Froome y los cuarentones resucitados. De todas formas, todavía hay cosas en el ciclismo que me hacen vibrar. Se siguen dando movimientos tácticos interesantes, y a pesar de las pócimas y los pinganillos, la cabeza sigue contando (si no, que se lo digan a Valverde). Por otro lado, es un deporte que se desarrolla al aire libre, cosa siempre de agradecer para el espectador de sofá, e incluso los lugares conocidos, como el Muur Kapelmuur, el Poggio, el Stelvio o el Carrefour de l'Arbre, siguen resultando impactantes (aunque mucho más en directo, claro está). Me sigue pareciendo más interesante un deporte en el que cada día a priori pueden haber más de cien ganadores, que uno que se limita a un 50% por cien de posibilidades de victoria (el tenis, el fútbol...). Supongo que mientras las posturas de un hombre o una mujer sobre una bicicleta me parezcan hermosas, este deporte me seguirá gustando.

También el colorido del pelotón había sido siempre un motivo de interés. Recuerdo las Challenge de Mallorca de mi infancia en las que se veían los primeros maillots, y el desaparecido Trofeo Luis Puig en el que los podía ver en directo. Aunque a decir verdad, en los últimos años la indumentaria ciclista se ha oscurecido en exceso, y ya no resulta atractiva. Este año, sin ir más lejos, se lleva el negro (Trek, Giant-Shimano, IAM, Sky, Omega Pharma-Quick Step, MTN - Qhubeka) o el azul oscuro casi negro (Movistar). Solo se salvan, a mi parecer, el del Lotto y el del Lampre, y un poco el del Garmin - Sharp. Los maillots del Belkin y del Netapp - Endura incluyen también gran parte de negro. Un color que, al igual que el azul, dice bastante de la situación en la que nos encontramos: un triunfo de la estética del luto, o si el negro se combina con el blanco,  de la de los presidiarios. 

Así pues, como ya hiciese el año pasado, me dispongo a rastrear en el pasado en busca de modelos curiosos, o al menos más coloridos.  Principalmente para levantarme la moral...

Años 60

Equipo Ford France - Gitane de 1965

Louis Rostollan con el maillot del Kamome - Dilecta de 1966, junto a Karl-Heinz Kunde (con el maillot amarillo de líder del Tour)

Georges Groussard con el maillot del Pelforth sauvage - Lejeune

La escuadra holandesa Willem II - Gazelle de 1969
André Darrigade con el maillot del Leroux - Gitane de 1962

El escalador Imerio Massignan con el maillot del Salamini - Luxor Tv de 1967


Años 70

Claudio Bortolotto con el maillot del San Giacomo - Benotto de 1980

El equipo Velda - Flandria de 1976, con Freddy Maertens, Marc Demeyer y Michel Pollentier, entre otros.

Giuseppe Perletto con el maillot de la Sammontana de 1974.

Wilfried Reybroeck con el maillot del Ebo - Cinzia de 1976.

Gianni Fusar Imperatore con el maillot de la escuadra Dreher de 1972.

Precedente de Ghislain Lambert: Enzo Mattioda venciendo la Bordeaux - Paris con el maillot del Gitane - Frigecreme en 1973


Años 80
Jorgen Marcussen con el maillot del Termolan - Galli de 1982

Pello Ruiz Cabestany con el maillot del Orbea de 1984
Maillot del equipo belga Sigma - Fina de 1988. En la fotografía, Etienne De Wilde
El mítico Lotto. Aquí en 1987. En la fotografía, Jan Goessens
Paul Haghedooren con el maillot del equipo belga Europ-decor - Eddy Merckx en 1984

Davide Cassani con el maillot del Santini - Krups - Conti Galli de 1985

Uno de los primeros ejemplos de equipo multianuncios italiano: el Gis gelati - Benotto de 1990
Peter Winnen con el maillot del Capri Sonne - Koga Miyata de 1981



Años 90
Fede Etxabe con el maillot del Clas - Cajastur de 1992
Stephen Roche con el mítico maillot del Tonton tapis de 1991
Adri van der Poel con el maillot del Tulip computers de 1991
El ya mítico maillot  blu-fuxia Lampre. En la fotografía, Gianluca Bortolami en 1992

Fabio Casartelli con el maillot del ZG Mobili
Yvon Madiot, el hermano de Marc, con el maillot del Telekom  de 1992



martes, 26 de noviembre de 2013

BIANCA, DE NANNI MORETTI (1984)

"-¿Se divierte mucho? Usted se divierte mucho, ¿no es cierto? 
- Bastante. 
- Es muy cómodo para usted, incluso fácil. Viene aquí, tranquilo, sin problemas, da la clase y después se va. ¿Y en qué cosa se distingue de los que tienen treinta años más que usted? 
- En nada, creo...
- No le interesa todo lo que está fuera de su habitación, lo que sucede en el mundo, qué vida hace la gente...Usted se ocupa solo de sí mismo. No tiene esperanzas, no tiene ilusiones, no tiene pasiones. Usted es un árido, su vida es inútil, y yo le desprecio." 



Una joven Laura Morante, en el rol de alumna, reprendía de este modo a su profesor de literatura en Sogni d'oro (1981), interpretado por Moretti. Antes de recibir la reprimenda, que suscita en el profesor sensaciones ambivalentes de ridículo y deseo sexual, se había dedicado a expulsar de clase a la mitad de sus alumnos por las más inverosímiles razones. El tema de la escuela, y más en concreto, el tema del profesor, es un argumento muy del gusto del primer Moretti. Aparece brevemente en Io sono un autarchico (1976)  y en Ecce Bombo (1978), tiene un mayor desarrollo en Sogni d'oro (en las pesadillas del director de cine protagonista, que sueña ser profesor de secundaria), y culmina en Bianca. No hay que olvidar que los padres de Moretti eran ambos profesores.

Bianca es una comedia sobre la escuela y la figura del profesor, una historia de amor y de incomunicación, y un giallo alla italiana (género policiaco), todo en uno. Michele Apicella es un profesor de matemáticas recién llegado a la escuela "Marilyn Monroe", un innovador centro educativo que quiere recuperar el espíritu anterior a 1968. Allí se encontrará con la atractiva profesora de francés, Bianca, con la que iniciará, contra su propia voluntad, una relación amorosa. De este modo, Moretti ironiza sobre la escuela, ofreciendo al mismo tiempo un retrato de un profesor soltero, obsesivo y voyeur, que muestra sus reservas a aceptar una vida en pareja, que en el fondo anhela, por miedo a la decepción de una posible ruptura posterior. A pesar de su fuerte carga caricaturesca, la película deja un poso notable de melancolía, pues el personaje principal de Moretti vive encerrado y malgasta terriblemente su tiempo entre un trabajo que le aburre y un mundo exterior que no comprende, lo que le lleva a agudizar sus instintos psicópatas. La película en el fondo nos muestra el contraste entre un individuo solitario y controlador,  y la vida en abstracto que se resiste a amoldarse a sus deseos de normalidad y mediocridad.

La obsesión de Michele Apicella (Nanni Moretti) por Bianca (Laura Morante) es más fuerte que todas sus obsesiones anteriores.

Moretti se sirve del primer día de Michele Apicella en la escuela "Marilyn Monroe" para satirizar sobre la educación y la sociedad italiana de principios de los ochenta. En este instituto de nombre tan particular a los alumnos no se les forma, sino que simplemente se les informa. Los alumnos se comportan como adultos, examinando y juzgando a sus profesores.  Una pareja llega incluso a prometerse matrimonio. Los profesores, en cambio, son tratados como niños: son conducidos en autobús al colegio, se van de excursión, disponen de todo tipo de divertimentos en la sala de profesores e incluso de un psicólogo en exclusiva para "il corpo insegnante". En la caricatura que Moretti nos ofrece de la educación, los niños ya lo saben todo, de modo que los profesores devienen peleles inútiles, que o bien enseñan tonterías (como el profesor de historia, que enseña a los alumnos la vida de Gino Paoli), o bien hacen pagar a los alumnos con sufrimiento su propio resentimiento (como el propio Apicella y su sesión de "gimnastica"). El profesor de literatura, que lee en clase los sonetos que ha compuesto a su mujer, "versi senza pretese" (versos sin pretensiones), recibe los insultos y vituperios de sus alumnos, que exigen al vivaracho director que lo expulse del centro.

La sala de profesores, con scalextric, máquinas tragaperras, y fotografía de Mick Jagger con la equipación azzurra


La fotografía de Dino Zoff con la copa del mundo de fútbol preside la clase (y los nuevos tiempos)


En su primera clase el propio Michele es "sometido" por sus alumnos a un ejercicio "fuori programma" sobre la numerología del grabado "La Melancolía" de Durero.  En este caso se nos muestra un primer plano de la nuca de Michele delante de la pizarra, respirando aliviado cuando el timbre indica el final de la clase, y por tanto, el final del examen al que le someten sus alumnos.

Michele examinado por sus alumnos


La Marilyn Monroe no es solo un ejemplo de una nueva escuela, sino también de una nueva sociedad que parece querer prescindir de la escuela. Un nuevo tipo de sociedad en el que los valores han cambiado, en el que la democratización de la información y la exaltación de la juventud han hecho de la escuela algo innecesario. Y mucho más la figura del profesor, o cuanto menos, la del amargado profesor tradicional. Los roles entre alumno y profesor se han intercambiado porque la sociedad exige frescura y juventud, y la escuela debe adaptarse a las exigencias de los nuevos tiempos. La visión de Moretti constanta el cambio: alumnos seguros de sí mismos frente a profesores frágiles. La escuela ya no es represiva, pero tampoco en ella bulle la cultura (los únicos cultos son los alumnos). En las charlas que organiza el propio director de la escuela se habla de 1968 como el año en el que se probó "el final del mundo", apostando por una vuelta a la cultura apolítica de los dorados años cincuenta y sesenta, una cultura de los años felices ejemplificada por la Dino Ferrari, la Juventus de Omar Sivori, Gino Paoli, Claudia Cardinale o la propia Marilyn Monroe. Es el discurso nostálgico imperante, un discurso que necesita de la repetición y encadenamiento de ciertos símbolos, bellos pero carentes de significado. para olvidar los compromisos políticos, las razones históricas y sociales, así como los anni di piombo inmediatemente precedentes. La escuela debe ofrecer al exterior, al igual que la sociedad, una imagen perfecta de felicidad total, de normalidad, de diversión y éxito.

El profesor de historia se sirve de un juke-box para amenizar las clases

Más allá de la caricatura de la escuela moderna, la película muestra más interés en ofrecer un retrato de una personalidad singular y enferma, la de Michele Apicella. Michele es un profesor joven pero tradicional. Viste de traje, a poder ser gris o azul, y anhela la normalidad, incluso la mediocridad. Esa es su meta, pasar desapercibido. Es el individuo gris por antonomasia. Pero para entrar en el "reino de la normalidad" necesita una pareja, e incluso formar una familia, cosa que de momento no tiene, y que problablemente nunca tendrá, pues su problema radica precisamente en que no le gusta la gente.  Espía la vída de sus vecinos, alumnos y escasos amigos intentando disfrutar parte de la felicidad que viven en primera persona, o los somete a auténticos interrogatorios sobre sus vidas privadas. Ya que su propia vida carece de aliciente, con su indiscreción Michele intenta comprobar si la vida de los demás se ajusta a su idea elevada de la felicidad absoluta, en la que no caben las parejas que se rompen o que no tienen hijos.

Michele asiste a las cenas familiares en casa de sus alumnos. En esta escena se produce una de las battute más recordadas del film: la comparación que Michele hace entre la tarta Mont Blanc, los cannoli alla siciliana y la Sacher Torte.

En un primer momento vemos a Michele introduciéndose con descaro en la vida de sus vecinos, una joven pareja con desaveniencias. No puede tolerar que discutan, y la cosa empeora cuando descubre que la chica es infiel. También asistimos a varios intentos de acercarse al sexo opuesto por parte de Michele, a cada cual más patético. Igualmente, se entromete en la ruptura de unos amigos, intentando evitarla. Incluso se toma la libertad de inmiscuirse en la inicipiente y primerizo amor de dos alumnos. En el fondo, no podemos dejar de sentir simpatía por este maniático protagonista, que en soledad se aburre mortalmente y por eso se entromete en la vida de los demás, pero que aparentemente no muestra interés en "mejorar" su propia situación de soledad.

La entrada de Bianca en su vida perturba notablemente sus hábitos de curioso empedernido. Bianca le permite huir del enloquecido ambiente de la escuela, pues parece la única normal allí, la única cuerda. La atracción que siente por ella le impulsa a tantear el "riesgo" que supone para su mundo inalterable iniciar una relación. Pero no llega a sentirse cómodo con ella: como le comenta en la cama, es un individuo "no acostumbrado a la felicidad". La presencia de Bianca le impone cambiar de hábitos, incluso aquellos más desquiciados y psicopáticos. Tiene que elegir entre arriesgarse a vivir en pareja, o "defenderse" del dolor de un posible fracaso futuro, como llega a expresar. Es decir, entre vivir o rechazar la vida en pareja sin llegar a experimentarla.  

Bianca no participa en las actividades del centro escolar.En realidad es la única persona normal de la película.

Un neurótico y controlador Michele reprocha a Bianca sus relaciones anteriores. Le recrimina el hecho de que sus ex-novios puedan pensar todavía en ella.

Con esta película, Moretti abandona en parte la estructura episódica de sus tres primeras películas (Io sono un autarchico, Ecce Bombo y Sogni d'oro), ofreciendo un guión más profundo, con cierta progresión dramática. La película no abandona los gag y los comentario irónicos (la battuta) característicos de su cine, pero intenta integrarlos en las escenas. Aunque su Michele Apicella comparte obsesiones con los otros protagonistas (con el mismo nombre) de sus películas anteriores, en este caso su personaje tiene más complejidad, y muestra aspectos más oscuros del ser humano. Quizá el elemento de giallo parece metido con calzador en la película, pero tras varios visionados se comprende que en realidad Moretti nos ha querido mostrar, con la ambivalencia que tiene la comedia, el retrato de un asesino en potencia. Por otro lado, se intenta profundizar en personajes secundarios, con un éxito desigual.

La utilización del plano fijo, de movimientos de cámara imperceptibles y funcionales, y del sonido directo característico del director romano, dotan a la película de un particular sentido naturalista que perderá en  su película posterior, la poética y casi abstracta Palombella rossa (1988), la farsa sobre el final del comunismo. Algunos planos de Bianca remiten a Truffaut, como aquel de los andares de las mujeres ("ogni camminata, una concezione del mondo") y otros a Rear Window de Hitchcock. De hecho, su personaje comparte muchas características con los hitchcockianos.

Michele espía desde su terraza a los vecinos, como el fotógrafo de Hitchcock.
Al llegar al nuevo piso, Michele "desinfecta" el cuarto de baño.
Bianca intenta por tanto sacar a la luz, sin salirse de los límites de la comedia, el lado oscuro que subyace no solo bajo la apariencia pulcra de un individuo soltero, sino también bajo una sociedad que intenta pasar página sobre su pasado inmediato recurriendo al glamour nostálgico. El personaje de Michele Apicella, convertido en misátropo o serial killer, es un síntoma de una Italia que trata de camuflar sus masacres recientes mediante una pátina de normalidad, y un ejemplo para reflexionar en torno al difícil equilibrio existente entre el deseo de compañía y el deseo de soledad. 

domingo, 27 de octubre de 2013

30

Porque treinta años no se cumplen todos los días, y los blogs se han inventado para esto, para el ombliguismo y el autohomenaje, hoy toca una lista, una más. Otra cosa es que a alguien le interese, pero eso es harina de otro costal...

5. libros

1. La metamorfosis. Un mundo extraño, y al mismo tiempo, familiar.


2. El astrólogo y el sultán (AKA El castillo blanco). El descubrimiento de la crueldad y del propio narcisismo, y el nacimiento de mi fascinación por Estambul.


3. La montaña mágica. Bildungsroman de aprendizaje, amor, enfermedad y muerte. La obra maestra del decadentismo, sinónimo de literatura de "otra época".


4. Poemas de Álvaro de Campos. Decadentismo, melancolía y ganas de provocar en el heterónimo de Fernando Pessoa más descreído.


5. 2666. La novela total.


5. obras de arte

6. Sacra conversazione. Los muñecos de cera adoran a la virgen.



7. Parekklesion de Chora. Rostros casi borrados de un mundo antiguo.


8. Capilla Conterelli en San Luigi dei Francesi. La auténtica "capilla sixtina" de Roma.


9.Casas junto al río. La ciudad vieja. De momento, la única obra que he visto del gran Egon Schiele.


10. Capilla Brancacci en Santa Maria del Carmine. Tres pintores para una única historia en viñetas.


5. discos

11. Strange days. Subidas y bajadas en el circo de los Doors.



12. A love supreme. Música para días dorados.


13. 13. La juventud y sus días negros.


14.  Different class. Himnos  para elegantes decadentes de tez pálida y vestuario colorido.


15. Trans-Europa Express. Música clásica en la época de los robots y las computadoras enormes, con muchos botones y lucecitas de colores.


5. películas

16. Casanova. Un barroco mental.



17. Contra la pared. Amor más fuerte y maligno que la vida.



18. Les amants réguliers. Amor, arte y drogadicción en la época de la revolución. 



19. Arrebato. El cine (y el arte) fagocita.



20. Palombella rossa. I pomeriggi di maggio non tornerano più.



5. programas de la tele (no la veo mucho...)

21. Alababalà. La infancia.


22. El show de Joan Monleon. El Monle era tan monumental como reflectante.


23.  Muchacha nui ¡Nui!


24. Monty Python's Flying Circus. El humor con clase (o sin ella)


25. Yo, Claudio. Ah...la antigua Roma y su puterío.



5. lugares

26. Montgó. El monte iniciático de los valencianos. ¿Si se lo observa largo rato se puede acceder a otra dimensión?


27. Sanremo. Allí nació Mario Bava, vivió Italo Calvino y murió Luigi Tenco. Tiene un odioso festival de la canción y una maravillosa carrera ciclista a la que acudo, a modo de peregrinación anual.


28. La cuesta de los chinos. Sinónimo de la felicidad, como toda Granada.



29. Edificio Rialto. El edificio más bonito de Valencia. Un templo ajedrezado dedicado al cine y al teatro, en el que he pasado muchas buenas tardes de filmoteca, rodeado de adorables ancianos.




30. El Pont de Sant Josep. Lo habré cruzado más de tres mil veces, por arriba y por abajo, y siempre quiero pensar que, como todo puente, une dos mundos. Una delicia atravesarlo de madrugada, sólo acompañado por los gatos callejeros que hacen la ruta El Carme-Marxalenes.