Los ojos son los órganos que nos abren a la
realidad, fuente de todos los placeres. Si consideramos que los
placeres, en mayor o menor medida, se relacionan con la disolución
del yo, el olvido de uno mismo, el ascenso hacia lo desconocido o la
caída hacia lo alto, los ojos constituyen el primer puntal hacia esa
tierra desconocida en la que se superan las barreras individuales que
nos ciñen. Podemos olvidarnos de nosotros mismos con gran
facilidad en la contemplación de un paisaje, un cuerpo o un cuadro.
En esa conquista de los placeres que nacen y mueren en la realidad,
siempre son los otros sentidos los que completan el primer contacto
con “lo otro” que ofrecen los ojos y la visión.
Por ello no es extraño que el cine, como arte
audiovisual, esté plagado de ojos. De esta forma encontraremos
miradas que matan y miradas que enternecen. También miradas muertas.
Ojos que registran, ojos que escrutan, ojos que sufren o se
deslumbran. Ojos obligados a mirar u ojos morbosos que se recrean en
la observación de lo prohibido.
El ojo puede proporcionar belleza, pero puede ser
también un objeto de dolor. No siempre vemos lo que deseamos. Muchas
veces también en la observación de lo no deseado se encuentra un
inesperado y oscuro placer, no racionalizable. Ya lo entendieron así
las vanguardias: la mirada debía acostumbrarse también a lo feo, a
lo doloroso, a lo desagradable. El tándem surrealista formado por
Buñuel y Dalí nos ofreció la metáfora nada amable de una pupila
rajada, en Un perro andaluz, aunque a este ojo le precedió
otro, el ametrallado en El acorazado Potemkin de Eisenstein.
Desde entonces los ojos abundan. Tanto es así que no sería extraño
que en la oscuridad de una sala de cine, perdidos y abstraídos en
nuestra voluntad de observar, sintiésemos la inquietante sensación
de ser también observados, en este caso por fantasmas de
luz, por sombras incorpóreas, proyectadas sobre una pantalla.
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2001, una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968) |
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Buenos días, noche (Marco Bellocchio, 2003) |
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La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1968) |
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Blade runner (Ridley Scott, 1982) |
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Metropolis (Fritz Lang, 1927) |
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Holly motors (Leos Carax, 2012) |
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El hombre de la cámara (Dziga Vertov, 1929) |
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Rojo profundo (Dario Argento, 1975) |
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Casanova (Federico Fellini, 1976) |
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Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) |
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Repulsion (Roman Polanski, 1965) |
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Lancelot du lac (Robert Bresson, 1974) |
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El acorazado Potemkin (Sergei Eisenstein, 1925) |
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Un perro andaluz (Luis Buñuel y Salvador Dalí, 1929) |
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La dolce vita (Federico Fellini, 1960) |
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Vertigo (Alfred Hitchcock, 1958)
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