Como espectadores, vamos al cine a ver
en la pantalla, en sus luces y sombras, el reflejo de otras vidas y
otras realidades. Creemos encontrar en la pantalla
sentimientos, vivencias y sensaciones que nos causan placer en cuanto
que remiten (reflejan) momentos que hemos vivido en carne y hueso.
Como toda imagen desdoblada, el cine nos hace preguntas. Cuestiona la
realidad. También muchos personajes cinematográficos, al
enfrentarse ante el espejo, se cuestionan sobre su propia naturaleza:
sobre su valía, su poder de transformación, su imagen exterior, su
sexualidad, sus pensamientos, su conciencia; en definitiva, sobre
aquello que son. Y en sus dudas, no hacen más que reflejar las que
sentimos como espectadores y como personas. La pregunta del cine,
como la de todas las artes, es en definitiva la de siempre: “¿quién
soy yo?”.
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Lancelot du lac (Robert Bresson, 1974) |
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Vertigo (Alfred Hitchcock, 1958) |
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Contra la pared (Fatih Akin, 2004)
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Solaris (Andrei Tarkovski, 1972) |
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El espejo (Andrei Tarkovski, 1974) |
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El quimérico inquilino (Roman Polanski, 1976) |
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Taxi driver (Martin Scorsese, 1976) |
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Soñadores (Bernardo Bertolucci, 2003) |
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Eyes wide shut (Stanley Kubrick, 1999) |
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Les beaux gosses (Riad Sattouf, 2009) |
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Primer plano (Abbas Kiarostami, 1990) |
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Gertrud (Carl Theodor Dreyer, 1964)
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El joven Törless (Volker Schlöndorff, 1966) |
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Baisiers volés (François Truffaut, 1968)
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