sábado, 14 de enero de 2012

TODO NEGRO

El panorama pinta bastante negro. No sé si vale la pena ya decir por enésima vez que nos han robado, que nos han estafado. Por otro lado, bien podríamos decir que todos en parte dimos alas a la mentira del crecimiento perpetuo, ilimitado, y muchos todavía siguen dándoselas sin darse cuenta. Hay quien se queja de que ya no puede comprar lo que antes compraba, ya no puede consumir al ritmo al que lo hacía antes, cuando en realidad debería cuestionarse la propia esencia del consumo por el consumo. Y, para colmo, con tal de salvar su bonito culo los de arriba no dudan en dar una vuelta más a la tuerca que nos exprime, estrangula y humilla lentamente, pero progresivamente de forma más intensa.

Todo pinta negro, sí. Pero no quiero que esos cabrones monopolicen también este blog. Cuando pienso en negro, no me gustaría pensar en el colapso inminente, sino en la negror del barro. ¿Por qué el barro? El invierno es siempre tiempo de ciclocross, y el ciclocross es la disciplina ciclista más familiarizada con el barro. Con lo cual, quiero hablar simplemente de ciclocross, siguiendo la táctica de la avestruz que hunde la cabeza en sus temas recurrentes, no tanto por no querer ver lo que sucede alrededor, como por rehuir la táctica de meter miedo y amilanar que tan bien se sigue desde todos los frentes. Quiero hablar por tanto del barro que se queda adherido a los cuadros de las bicicletas, que salpica los rostros de los ciclistas hasta convertirlos en máscaras, que obstruye los frenos, atasca los cambios, y mancha incluso los dientes. 

En España el ciclocross es poco conocido, por no decir nada conocido, salvo en el País Vasco, donde hay una gran afición.  Es una variante del ciclismo que se disputa en los meses otoñales e inviernales, en circuitos de tierra o de prado, con algún breve tramo de asfalto en la zona de salida y meta. Las bicicletas son parecidas a las que utilizan los ciclistas de ruta, con algunas pequeñas variaciones (cubiertas con tacos, eje del pedalier más elevado, tijas de sillín menos largas, etc.). Los circuitos suelen estar aderezados con obstáculos que obligan a los corredores a desmontarse de la bici, y a veces a cargarla al hombro: pueden encontrarse con tablas, o tramos de escalera, o simplemente rampas tan empinadas y embarradas que resulta imposible ascenderlas sin bajar de la bici.


El ciclocross me gusta porque es intenso y salvaje. Es un poco primitivo a su manera, de tiempos pre-asfálticos, de la era pre-mountain bike. Si nos pusiésemos un poco cursis, poéticos y ecologistas, podríamos decir que es un deporte que tiene un contacto directo e intenso con la naturaleza; pero siendo más realistas, y no por ello menos espontáneos, cabría decir que es un deporte que hace el cafre en la naturaleza: a todos nos gusta circular por donde no toca, pisar la hierba y los charcos, ensuciarnos hasta más no poder, revolcándonos en el barro. Es un deporte que colma todas estas "bajas" aspiraciones, como una especie de vuelta a la infancia, con la consabida dosis de masoquismo que comporta toda prueba ciclista. Pero hablando de masoquismo, el ciclocross es más masoquista que el ciclismo en ruta. Sólo falta el reguero de chinchetas, el precipicio y la dinamita a punto de explotar para convertirlo en una carrera del Coyote y el Correcaminos.  Sin faltar a la verdad, cabe decir que más de alguna vez los ciclistas han tenido que sortear alguna lata de cerveza que los siempre eufóricos aficionados flamencos suelen arrojar, o dejan caer, sobre el recorrido.

El ciclocross no exige tanta resitencia y fondo como una prueba de ruta - las carreras duran como máximo una hora. Las pruebas de ciclocross son más bien carreras explosivas, que exigen un esfuerzo máximo continuado durante 60 minutos: se sale a tope, y se suele mantener el mismo ritmo infernal durante toda la carrera. Por tanto, la salida es un momento decisivo, en el que se tensa el grupo y se forman ya las primeras escapadas. También cuenta la habilidad y la técnica: sorprende la rapidez con la que los cyclocross-men montan y desmontan de sus bicicletas, la naturalidad con la que alternan carrera a pie y carrera sobre ruedas, el virtuosismo para sortear baches o trazar curvas sin frenar en las que la rueda suele estacarse o patinar.   Son comunes los incidentes mecánicos - por pinchazos o cambios atascados por el barro -, con lo cual se habilita una zona de boxes para realizar los cambios de bici: el ciclista cambia de bici "sin pararse", es decir, desmonta la bici vieja y a la carrera se monta en la nueva. En resumen, el ciclocross es un deporte bastante brutal, sin pausas.



 No ha habido grandes campeones españoles. En cambio, en Bélgica es la disciplina reina dentro del deporte rey del país que es el ciclismo. Resumiendo, puede decirse que los grandes campeones del ciclocross han sido el francés André Dufraisse (años 50), el italiano Renato Longo (años 60), el suizo Albert Zweifel (fines de los 70), y los belgas Eric De Vlaeminck (fines de los 60, principios de los 70), Roland Liboton (años 80) y Sven Nijs (década del 2000).  Ha habido otros campeones que rivalizaron con estos seis grandes, como el alemán Rolf Wolfshohl (durante los años 60 y 70), el belga Albert Van Damme (coetáneo de Eric De Vlaeminck), Roger De Vlaeminck (hermano de Eric, y uno de los mejores corredores de ruta de todos los tiempos), los holandeses Hennie Stamsnijder, Adri van der Poel y Richard Groenendaal, o los más recientes belgas Erwin Vervecken y Bart Wellens. Actualmente, los dominadores son Zdenek Stybar, Niels Albert y el propio (y al parecer eterno) Sven Nijs. 

Los seis grandes de la historia. De arriba abajo: André Dufraisse, Renato Longo, Eric De Vlaeminck, Albert Zweifel, Roland Liboton y Sven Nijs


Para concluir, me gustaría estirar un poquito más la metáfora del principio, si se le puede llamar así. Más de uno se habrá dado cuenta de que podría haber titulado el post como "todo verde", "todo marrón", o "todo blanco", el negro no es más que un color más, y no más presente que otros en el ciclocross y en la naturaleza en general. Pero bueno, me justificaré diciendo que el negro era el único punto de unión entre la situación económicosocial actual y el ciclocross, aunque no el único. Tocan tiempos en los que los obstáculos se suceden: las tablas se reproducen en nuestro camino, impidiéndonos continuar, a menos que descabalguemos de nuestras antiguas ideas, e inventemos nuevas. Nos tocará subir alguna que otra rampa, en la que podremos resbalar o estacarnos, subir algunas escaleras casi sin resuello, o simplemente podremos pegarnos algún que otro batacazo, del que nos tendremos que levantar con rapidez. Pero lo más importante es que no nos quiten las ganas de pasarlo bien, de disfrutar, de hacer el cafre. Habrá que convertir la rabia e indignación en alegría, para saltarnos un poquito las reglas. Montemos un buen circuito de ciclocross en los bosques sagrados e intocables, dejemos las rodadas de nuestro paso en la tierra, y pisemos de una vez por todas la hierba. Aunque esté prohibido.  

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