lunes, 6 de febrero de 2012

SOBRE VALVERDE, CONTADOR, Y EL FUTURO DEL CICLISMO

Quería escribir desde hace algunos días sobre el retorno del ciclista Alejandro Valverde a los pelotones profesionales, después de su sanción por su "presunta" implicación en la Operación Puerto, cuando hoy por fin se ha dado por concluido el caso Contador, con una resolución similar a la que se aplicó en su día al ciclista murciano: dos años también para Contador. Uno vuelve y el otro se va. Desgraciadamente, el ciclismo profesional se está acostumbrando demasiado a las sanciones y a las reapariciones.

Victoria de Alejandro Valverde en el Tour Down Under, delante de Simon Gerrans. Al cuarto día de competición oficial tras su sanción, Valverde vuelve a ganar
Desde que se retiró Lance Armstrong, durante cuyo reinado pareció dominar cierto velo de silencio en torno al doping, dos ganadores de Tour han sido desposeídos de su victoria (Landis en 2006, y ahora Contador en 2010), y otro fue expulsado de carrera por un turbio asunto, nunca esclarecido, cuando iba a ser el claro vencedor: el danés Michael Rasmussen en la edición de 2007, que acabaría venciendo precisamente Contador. Desde 1998 se han ido acumulando casos, implicados, tramas de dopaje organizado en torno a oscuros médicos, productos milagrosos, prácticas escalofriantes... gotita a gotita hasta colmar el vaso. Heras, Vinokourov, Riccó, Schumacher, Kohl, Di Luca, Sella, Mazzoleni, Rebellin, Hamilton, Sevilla, Astarloza... Muchos nombres. Demasiados.  

Floyd Landis y Michael Rasmussen. De héroes a villanos.
Y el último, Contador ¿Qué opino sobre el tema de Contador? Los medios de comunicación mayoritarios españoles se ha puesto desde el principio de lado del deportista con cierto patrioterismo. Los mismos que solo hablan de ciclismo en los telediarios cuando éste está relacionado con el doping, son los que han esgrimido durante este año la causa de Contador como si se tratase de una cuestión de orgullo nacional: "los de la UCI nos quieren quitar los tours de Contador". Alguno suelta la cantinela de "ya lo intentaron hacer los franceses con Perico." A mí todo eso me recuerda al viejo lema del "que inventen ellos". Lo siento, me suena ridículo y desfasado, con lo cual mi opinión no va por esos derroteros. Tan solo algunos periodistas, amantes auténticos de este deporte, y que saben valorarlo por tanto por encima de banderas y forofismos, han mostrado una interpretación más neutral, más racional, más cautelosa, del caso Contador: el semanario Meta2mil, Carlos Arribas desde El País, Antonio Alix desde Eurosport, por poner algunos ejemplos.

Los dos protagonistas del ciclismo en los despachos en la temporada 2011: Pat McQuaid, presidente de la UCI, y Alberto Contador.

Desgraciadamente, Contador cometió un error. Ya sea conscientemente, ya sea involuntariamente comiendo ese chuletoncito condimentado con clembuterol, esa sustancia no debió aparecer nunca en su organismo. Los reglamentos dicen que todo deportista debe ser responsable de lo que ingiere, sea premeditadamente o no, y aunque se especulase con cambiar tal reglamento, la excepción no debía hacerse "por ser Contador".  

Con ello no quiero decir que esté al cien por cien de acuerdo con la sanción. Me parece en cierta forma coherente que pierda el Tour de Francia de 2010, pero no así el Giro de Italia del 2011. En lo respectivo a la ronda italiana sí me parece que las instituciones deportivas están cometiendo una total injusticia con el español. Contador pudo correr el Giro porque se lo permitieron: la Federación española lo eximió, y la UCI, el AMA y el TAS alargaron en exceso el proceso, que debería haber acabado en diciembre de 2010 como mucho. La justicia deportiva ha demostrado una vez más ser inoperante y lenta, incapaz de tomar decisiones rápidas.  Se fueron pasando unos a otros la "patata caliente", y si se permitió a Contador correr el Giro, no hay razón alguna para desposeerle de la victoria. Más si cabe no habiendo dado positivo en ninguno de los controles antidopaje a los que se sometió durante el Giro. 

Quizá hubiese sido más lógico comenzar a contar a partir de ahora los dos años de sanción, a los que se tendría que descontar el breve periodo de suspensión cautelar de invierno del 2010/2011. Pero no, se ha decidido tomar una decisión ejemplar con Contador, dolorosa si se quiere, como la que se tomó en su día con Alejandro Valverde.  La Federación española no se ha mostrado en ningún momento contundente con los asuntos turbios; su política ha sido siempre la de lavarse las manos y delegar en las autoridades internacionales. Y éstas no suelen tener clemencia. 

De hecho, España no parece ser demasiado bien vista por las instituciones deportivas internacionales: es juzgado, quizá a la ligera, como un país con cierta connivencia con el dopaje. Puede que sea por demasiados años de samaranchismo. Pero en el caso del ciclismo, todo parece remontarse a la mala gestión de la Operación Puerto en junio de 2006. Al destaparse la trama de dopaje organizado del laboratorio del doctor(?) Eufemiano Fuentes se armó mucho alboroto, se barajaron muchos nombres, se ensuciaron muchas reputaciones, pero a la hora de la verdad no hubo ni sanciones legales (Fuentes se salió de rositas vergonzosamente), ni deportivas (ningún ciclista fue sancionado), ni hubo confesiones públicas (como si las hubo en Italia y Alemania, con los casos de Basso y Ullrich). En resumidas cuentas, desde entonces a España se la sigue con lupa.

Con ello no quiero hacer mío el recurso victimista patriotero de los medios de comunicación a los que antes criticaba. No estoy diciendo que a Contador se le haya sanciado por ser español: se le ha sanciado por dar positivo, pero sí que se le ha juzgado con la máxima severidad, con la intención de dar ejemplo quizá, dado que las autoridades españolas no han mostrado la suficiente contundencia en la lucha antidopaje en el pasado. En España se hicieron las cosas mal, muy mal, rematadamente mal; la lucha contra el dopaje se ha hecho siempre de cara a la galería, buscando el titular espectacular, y no se ha investigado nunca hasta el final. Se han dejado siempre las cosas a mitad. No hay que olvidar que en las fechas de la Operación Puerto estaba en juego la candidatura de Madrid para las olimpiadas, y era necesario reforzar la credibilidad de las autoridades deportivas españolas de cara al exterior en materia antidopaje.

Con lo cual, su descalificación del Tour de Francia de 2010 me parece justificable y consecuente; no así su descalificación de todas las pruebas del 2011, año durante el cual se le permitió correr, y en el que pasó todos los controles habidos y por haber. Me hubiese parecido más razonable, como decía, una sanción de dos años contada a partir de ahora. Aun así, me parecía bastante improductivo que Contador se sumergiese de nuevo en una espiral de reclamaciones y juicios, que a nada le va a conducir salvo a su debilitamiento psicológico. 

Está claro que el ciclismo como deporte necesita más de algún cambio. Es un poco frustrante comprobar cómo la bicicleta tiene cada día más adeptos, y el ciclismo pierde a pasos agigantados su credibilidad como deporte. Quizá deba hacerse más humano (no siempre más montaña es sinónimo de más espectacularidad),  se debería valorar de nuevo la inteligencia táctica de los ciclistas y no solo su fuerza y resistencia (eliminando por tanto los pinganillos de una vez); debería internacionalizarse y modernizarse sin perder de vista en ningún momento la tradición (buen ejemplo de carreras nuevas que armonizan con la tradición serían La Eroica o el Tro-Bro Léon), y quizá debería también desprofesionalizarse un poco. De todas formas, Contador no tardará mucho en volver a competir: y esperemos que vuelva con la misma ansia de victorias con la que volvió Valverde a la competición.  

Dos carreras "nuevas" que se cimentan en la tradición de este deporte: el Tro-Bro Léon, en la Bretaña, y L'Eroica, en la Toscana. 


Quizá aquí esté el "futuro" del ciclismo: L'Eroica organiza  una carrera para profesionales, pero también una marcha cicloturista "retro".

miércoles, 1 de febrero de 2012

RAREZAS (II): LEO ES PARDO

Vamos con  la segunda rareza, Leo es pardo (1976), cortometraje que Iván Zulueta realizó como ensayo de Arrebato, la obra maestra no redonda e imperfecta del cine español (la redonda sería quizá El espíritu de la colmena).

Iván Zulueta. ¿Qué puedo decir de él? Cineasta, diseñador gráfico, artista-pop...Su cine experimental y al límite fue una especie de preludio del cine de Almodóvar. Hasta 1980, el manchego fue una especie de alumno del vasco: a partir de esa fecha, la carrera del primero no paró de ascender, al igual que la carrera del segundo comenzó su descenso más vertiginoso. Zulueta comenzó trabajando para TVE en Último grito, el programa más moderno del tardofranquismo, con Íñigo como conductor. Zulueta, proveniente de una familia burguesa de San Sebastián, ya conocía el cine (su padre era director del Festival de cine de San Sebastián) y ya había visitado Nueva York, quedando totalmente impactado por el pop art. En esa misma onda pop, Zulueta realizó Un, dos, tres...al escondite inglés, de la que ya se ha hablado en este blog: una especie de concatenación de videoclips de los grupos españoles de moda, hilados mediante una trama un tanto surrealista y espontánea.

Los setenta fueron para Zulueta años de experimentación con el super-8: en su producción destacan KingKong, Masaje, A-malgam-A, o El mensaje es facial. En todos estos cortos, Zulueta se interesó por los cambios de luz, las aceleraciones de la imagen, la apropiación de imágenes ajenas, adulterándolas de alguna manera (KingKong es simplemente una versión acelerada de la película de los años 30; El mensaje es facial muestra una serie de primeros planos de rostros, montados a gran velocidad). También realizó algunos de los cárteles de cine más conocidos de la Transición: Furtivos, Asignatura pendiente, Demonios en el jardín, los carteles para Viridiana y La edad de oro de Buñuel, estrenadas después del franquismo, etc. E igualmente, comenzó con la heroína. 


Arrebato es una película realizada desde la droga, que muestra la difícil cohabitación entre cine, o arte en general, y vida. Una vez realizada esta película, pasó al anonimato. Fueron años duros de adicción, en los que todos sus proyectos cinematográficos quedaron truncados. Tan sólo continuó realizando algunos carteles para las primeras películas de Almodóvar (Laberintos de pasión, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o Entre tinieblas) a principios de los ochenta. Al final de la década, pareció salir del túnel, realizando dos breves  incursiones en el medio televisivo, Par-pa-dos y Ritesti, dos peliculitas para TVE. Los últimos años los pasó en su casa de San Sebastián, en el monte Igueldo, con su madre y su metadona. Murió el 30 de diciembre de 2009, dos días después que Joan Monleón.
En concreto Leo es pardo muestra algunos de los elementos que aparecerán luego en Arrebato: el ambiente doméstico como un lugar extraño y amenazante, el deseo de escapismo, las aceleraciones del tiempo, el doble...


Zulueta ha acabado convirtiéndose con el tiempo en un director de culto, o más bien en el director maldito del cine español, quizá a su pesar. Quién sabe si hubiese podido realizar más películas, o incluso mejores, de haber rebajado un poco su nivel de autoexigencia.